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viernes, 15 de mayo de 2015

Extraño relato publicado en la revista Tiempo de Fondo Número 36
 

¿Acaso importa ahora su nombre?  Lo conocí por pura casualidad en el geriátrico en el que llevé a mi madre. Ella sobrevivió solo un par de meses en ese lugar. Cada día llegaba yo por la tarde a verla.

Al principio no le presté atención. Un desecho humano más abandonado y perdido en su propia mente. Al menos eso supuse. Observaba a cada anciano esperando cansinamente la muerte. Hablaba con alguno de ellos, en los breves momentos de lucidez. Pensé tantas veces que esos lugares no son otra cosa que crueles prisiones. Nadie sale, a nadie escuchan. Él estaba allí, lo llamaban el alemán. Me llamó la atención su conducta. Lejos estaba de padecer alguna enfermedad senil. Yo soy navegante. Un día un amigo me llama por teléfono avisándome la hora en que el fin de semana saldríamos mar afuera en su velero. Él escucho cada palabra. Se acercó a mi lado. Bajando la voz dijo: - yo llegué en un submarino, al sur del país, en el 45. Nos estaban esperando. Nos brindaron un gran apoyo - Obviamente solo asentí en silencio imaginándome que -como otros- desvariaba. ¡Qué lejos de la verdad! Los días pasaban y mi madre se apagaba rápidamente. Pero cada día él me esperaba. Así escuché extraordinarias acciones de guerra submarina. Dijo haber sido el  Primer Oficial de un U-Boat (como se llamaban los Submarinos Alemanes o Lobos Grises) Clase XXI. Sus respuestas eran tan claras y exactas que empecé a tomarlo en serio. Cuando le pregunté cómo podría  haber llegado desde Alemania hasta el sur de Argentina sonrío y dijo: -Tenía una autonomía de 15 500 millas a 10 nudos en superficie. 76 metros de eslora y podíamos sumergirlo hasta los 270 metros. Fue una de nuestras mejores creaciones. Ese día, mientras las enfermeras se ocupaban de bañar a uno de los abuelos, él aprovechó y dijo: -Voy a regalarle algo- En unos minutos tuve en mis manos una carta náutica de la costa de Santa Cruz. Con sus ojos profundamente azules miró la carta, luego la puerta cerrada definitivamente y tomó mis manos. -Llévesela, ya no me sirve. Tengo algunos motivos, usted entiende de latitudes y longitudes. Yo he vivido bajo el mar  experiencias que enloquecerían a cualquier hombre. A ustedes los argentinos los han engañado gobierno a gobierno y hoy más que nunca.  Sus manos apretaban las mías. -Usted recuerda que en Mar del Plata, en el 45 “aparecieron” dos submarinos “que se entregaron” Las autoridades dijeron estar asombradas. Todo falso. Fue una operación armada y consensuada por nuestro gobierno y el argentino. Eso no es todo,  podría darle información sobre personajes afincados en su país que lo harían temblar- Hurgó en sus ropas y me extendió una gastada  fotografía. Cuatro hombres posaban desde el pasado. -Él preguntó ¿identifica a este Hombre?- -Sí le dije, Himler, la Cobra. -¿Y este otro?- No lo sé le dije. -Es Wernher von Braun. Perteneció a las SS. Años más tarde  los americanos lo convirtieron en un héroe nacional. Nada es lo que parece. Antes que las enfermeras regresaran a la sala, él me mostró la marca que la Carta Náutica tenía. -Latitud y Longitud, a una milla de la costa. Allí lo hundimos. Aún está esperando que alguien cuente la verdad- No supe que decir. Me levanté para irme. Besé a mamá. Y le estreché la mano al alemán. Sus últimas palabras fueron:-Por si aún no me cree llévese este documento. Es del Ministerio de la Marina Argentina. 17 de mayo de 1945. Mientras se ponía firme y saludaba dijo- de marino a marino, gracias por escucharme-

Mamá murió unos días después. Nunca más regresé a aquella prisión. Supe que él también murió unos meses después ¿Importa acaso su nombre?¿

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