El Diario de mi padre
Las charlas con
Adolfo
15
de Enero de 1958
Han
pasado algunos días desde mi establecimiento en el pueblo. Desayuno siempre en
el hotel, mi residencia ahora. Es una casona de tres pisos con un amplio estar
como recibidor. La dueña, doña Elogia, mujer excedida en peso, maneja el lugar con mano firme. Su carácter fuerte no
impide su sonrisa permanente y su buen humor.
Están
allí siempre los mismos hombres. Eso me llama la atención. Esperaba viajantes,
vendedores. En lugar de ello más que un hotel es una gran casa de familia. Un
buen catálogo de seres extraños.
Empecemos
con los hermanos Roters, mellizos, No los he visto trabajar, es un misterio de
que viven. Los supuse dueños de campos. De quizás 60 años. Juegan cartas casi
con fanatismo. Luego una pareja mayor: Los Embers. Siempre juntos hablando
bajo. No he podido escucharles una palabra. Solo un buen día o cómo está usted
señor Mario. Finalmente dos hombres jóvenes, casi idénticos en su aspecto
cierran el cuadro. Salen cerca de las diez de la mañana y regresan por la
noche. En un principio no presté la debida atención, ellos no cumplen tareas
rurales, es extraño.
En
estos días he pensado en mi familia allá en Mar del Plata y en esta otra vida.
Me dedico con ahínco al almacén, a prestar mis servicios. Pongo todo mi empeño
por agradar a don Atilio. Pero por las noches, cuando estoy acostado, los
pensamientos llegan enturbiarme el sueño. La mancha del techo junto al
ventilador comienza a girar. Vuelvo a días en que imaginaba un mejor futuro.
Cuando
mi primera mujer murió en el parto, la tristeza se instaló en mí, sin irse
jamás. Pasaron los días, semanas y meses. El respirar implicaba un enorme
esfuerzo. Me sofocaba. Quise que cada día fuese el último, lo deseaba. La vida
transcurría indiferente a mi pesar. Un dolor silencioso, reptante y brutal se
agazapó en un interminable tormento.
Vivir
esperando las mañanas y las noches sin un mínimo deseo.
Mi
hijo, a cargo de mis hermanas, crecía sin su madre. En aquella época caminaba
cuadras y cuadras sin un destino fijo. Me perdía. De pronto me encontraba
agotado en algún bar o en una plaza mientras llegaba la noche. Mis hermanas me
recriminaban aquellas salidas que imaginaban con mujeres. En ese tiempo vivía
con ellas. Rumiaba mis pensamientos imaginando grotescamente como mi amada se
deshacía día a día en su tumba.
Años
después encontré a Elsa y nos casamos rápidamente. Al principio creí salir de
aquella vida dolorosa y sin sentido. En pocos años comenzó otro infierno.
Errores propios, falta de previsión, no escucharla. Regresaron los fantasmas
aún más sanguinarios. Entonces, ante la inutilidad de la vida en común, huí a
los caminos. A la venta ambulante. Ahora aquí con un trabajo que me agrada,
lejos de la gran ciudad retorna el ahogo. Las dudas, las culpas nunca
perdonadas. Todo vuelve. Debo sobreponerme, olvidar. Dedicarme al trabajo. Al
menos no es agotador.
Don
Atilio me ha pedido que mañana lleve unos repuestos a la Estancia de los Trama.
Va a ser divertido, desde luego no le dije que jamás conduje un carro.
18 de Enero 1958
Frida
Ya
es la noche, en minutos iré a cenar. Espero no mostrar toda la alegría que
tengo. Hoy conocí a Frida. Aún no puedo creerlo. Llegué con el bendito carro y
entregué el encargo. Al regreso crucé el arroyo. Allí estaba ella, bajo el gran
sauce. Alzó su vista y nos miramos. Bajé sin saber que decir. Ya era el medido
día. Mostraba sus dientes perfectos. Lejos de sentirse intimidada dijo: “El hombre del Buenos Aires”.
Tartamudeando le contesté que vivía en Mar del Plata, aunque soy de Buenos
Aires.
-Sí,
tu esposa e hijos –le dijo–. Imposible dejar de mirarla, ella es maravillosa,
sorprendente. Sabe todo lo que le conté a Don Otto. Me pidió que me sentara a
su lado. Allí el arroyo transcurre lentamente. Es un lugar muy fresco en éste
verano tan caliente.
No
la había visto. Le pregunté por qué no había estado en el pueblo. Dijo que
había ido a revisar a la gente de tres estancias. -¿Revisando?–le pregunté–. Resulta que esta hermosísima mujer es
médica y es nada menos que la nieta de Don Otto. Es evidente que él le ha
contado todo.
La
invité a cenar. Se reusó. Dice que en hotel la gente hablaría. Mañana domingo
iremos hasta Necochea a pasar el día, son unos 80 kilómetros.
Hoy
en la cena estaba Don Otto de muy buen humor. Tomaba cerveza. Compartimos la mesa
y allí nomás se despachó con un “Ya ha
conocido a Frida, veo que lo ha impactado”. Como un estúpido tartamudeé.
Alzó la voz y agregó: “Claro que sí”.
Le aseguré que mis intenciones son sanas. Su mirada se hizo de hielo, “Eso espero” –dijo–.
He
intentado dormir y me es imposible. Me levanté a escribir. Frida, Frida vuelve
una y otra vez a mi mente. Siento como si nos conociéramos de toda la vida. No
encuentro palabras para describirla. Es muy alta, como yo, un metro ochenta.
Delgada pero con un prominente busto. Sus piernas son tan largas y esbeltas.
¡Pero su cara! Ni un Miguel Ángel podría haberla hecho mejor. Mentón recto.
Grandes ojos azules y ese pelo corto, lacio y amarillo como trigo. Hoy mientras
ella hablaba y hablaba me perdí en su mirada. Se dio cuenta y me preguntó si la
estaba escuchando. Fui sincero, le dije que estaba alucinándome. Rió, fue como
una música que se alzara en esa soledad.
Su
dicción del español es casi perfecta pero ese mínimo acento europeo le imprime
a cada palabra una musicalidad asombrosa. Una de sus manos (de largos y finos
dedos) rozó la mía. Fue apenas un parpadeo, sin embargo el efecto ha sido
formidable. Juro que una descarga eléctrica recorrió cada centímetro de mi
piel. Jamás he sentido tal atracción por una mujer. Me ha impactado más allá de
la prudencia.
Me
han dado trabajo, hospitalidad y saben que soy casado. Guardaré las formas,
pero Frida me fascina.
¿Qué
hacer cuando la felicidad pasa ante los ojos y sabemos que tomarla no está
bien? Soy casado, aunque mi matrimonio no funcione como es debido no debería
pensar en Frida. No puedo. ¿Por qué cerrarme a una vida mejor? ¿Es acaso que la
sociedad me obliga a cerrar los ojos y dejar pasar la oportunidad? No ser
feliz. Sufrir, esperando otra vida que quizás no exista. Respetar las formas
sociales impuestas.
¿Si
uno sufre es malo tratar de remediarlo? El tiempo corre, es hoy o nunca. Que la
imagine junto a mí no significa que deje de lado mis obligaciones con mi
familia. La mujer más maravillosa está aquí.
Debo
dormir. No será sencillo. Frida, Frida. Deseo tanto que los fantasmas del
pasado se vayan. Quiero quédame aquí. ¡Sí, aquí! Por primera vez el dolor
insoportable, las noches de insomnio y recuerdos parecen huir, escapar hacia el
lejano horizonte.
El
cansancio de malos y pesados años llega a su fin. Olvidar. Sí, olvidar y
abrirme a una nueva vida. Frida. Frida.
19 de Enero 1958
Regresamos
de Necochea a las seis de la tarde. Ha sido un día fantástico. Le abrí mi
corazón, le dije toda la verdad. Sabe de mi familia, de mi deambular y soledad.
De todo el dolor que me ha perseguido a través de los años y los caminos.
Me
ha contado tantas cosas. Es alemana. Riendo dijo que Don Otto piensa que
Argentina es un país extraordinario. Que sus gentes somos personas a las que
les espera un buen futuro. Que lo tenemos todo. Le dije que no se enojara, que
ojala fuese así. Es cierto que poseemos una tierra rica, pero aún nos falta
mucho. Quien sabe cuál será nuestro futuro. Dijo que hay que ser optimista.
Alzó esos inmensos ojos y agregó -¡Estás tan solo! No pude evitarlo y la besé.
Lejos de rechazarme me abrazó muy fuerte. Unas lágrimas, las primeras que yo
vería corrieron por su cara. Y dijo -Yo también estoy sola. Viví los horrores
de la guerra, la destrucción, la muerte de mis padres y hermanas.
Trabajé
en Polonia. Al final del conflicto logré regresar a Berlín. Luego pude escapar
a España. Allí lo conocí. Otto me necesita más que nunca. Su estado de salud ya
era complicado en aquella época. En estos días ha empeorado. Todo ese tiempo me
he ocupado de él.
Mario
llegaste a mí como un soplo de esperanza. Algo he aprendido que nada es para
siempre. Todo son momentos. Cuando logro dormir me despierto a veces en la
noche escuchando gritos, explosiones, fuego. No puedo expresarte en palabras la
sensación de desamparo y angustia que he sentido en los bombardeos. Esperar la
muerte sabiendo que nada puede hacerse, solo esperar. Sí, la insoportable
tensión, día tras día. Cuando las sirenas cesaban sus gritos venía lo peor:
salir de los refugios y ver a tus vecinos muertos. Niños, mujeres. Los hombres
corriendo desesperados buscando a sus seres queridos entre los escombros.
Ustedes
son agraciados no han sufrido lo peor que le puede pasar a un pueblo: la
guerra. Todo aquello parece tan lejano, sin embargo el peso sobre mi alma
vuelve una y otra vez torturándome. De pronto en una tierra extraña veo el sol,
siento el calor del verano. Atrás queda todo aquello y te encuentro. ¿Qué más
puedo pedirle a la vida? ¡Quiero que vivamos antes que vuelva la noche! Me
haces falta, mucha falta. No puedo creer que comparta este momento de mi vida
con un argentino. -Mi sangre es italiana-
le dije. Me miró desde el abismo de sus ojos y sonrió -No me importa, vas a
hacerme feliz, lo sé, aunque nada dure para siempre. El tiempo sigue corriendo,
te necesito tanto.
Le
sequé unas grandes lágrimas que lavaban sus enormes ojos azules, profundos como
su maravillosa alma. Nos abrazamos jurándonos amor.
20 de Enero 1958
Todo
el pueblo duerme aquí a la hora de la siesta. Hace mucho calor. Aprovecho para
escribir. Hoy llevé un encargue a Don Otto. Siempre tomando cerveza. Me invitó
a sentarme y me convidó.
Hoy
sus ojos estaban vidriosos. Lo veo tan cansado, como si un inmenso peso
aplastara su ser. No pudo ocultar el temblor de sus manos y hasta de sus
brazos. Parece un títere. Le pregunté si la cerveza no le hacía mal. -¿A mí? He
tomado cerveza toda la vida, además ¿importa acaso cómo muera? Ya no tiene
sentido cuidarse. Hablemos de otro tema. Frida me ha contado. Sus ojos negros
sombríos logran perturbarme, no sé por qué. ¿Qué vida habrá pasado ese hombre?
No iba a preguntárselo, intuía que no me lo diría. “Parece que la ha conquistado” –dijo–. Otra vez tartamudeaba nervioso
ante él.
-Tranquilícese,
pero ni se le ocurra hacerla sufrir ¿está claro? Le aseguré que la trataría
como un caballero, pero que me daba vergüenza por mi situación.
-¿Vergüenza?”
¡Vaya y hágala sentirse bien!, ha sufrido mucho - gritó.
Es
evidente que la felicidad me sonríe. Quizás Frida tenga razón, nada dura para
siempre.
Don
Otto nos dio su bendición, supongo que el resto del pueblo aceptará verme con
ella. No entiendo por qué pero desde su vejez y precaria salud este anciano
impone respeto. Diría que es mucho más que respeto. Quizás cierto temor, aunque
no veo la razón. Esta noche ella me espera para la cena.
Al
final del pueblo tiene una hermosa cabaña, me he mudado a ella. Seré discreto,
pero algo me preocupa.
21 de Enero 1958
Nuevamente
aprovecho la larga siesta para volver al Diario. Anoche fue tan hermoso
amarnos. No tengo palabras para expresar la ternura que nos prodigamos. Somos
tan distintos pero ambos necesitamos imperiosamente del otro. Hemos vivido en
mundos diferentes y diversos fueron los dolores pasados. Pero algo en común nos
une: la necesidad de una voz que pronuncie emocionada nuestro nombre. Ternura
sobre todas las cosas.
Luego
de amarnos ella sonríe y me dice una y otra vez “Gracias, gracias”. Tiembla, la abrazo y la veo llorar. Le he
preguntado por qué esas lágrimas.
“Lloro porque no
quiero perderte”
–dijo–. Le juré que eso no ocurrirá. Pero temo cuando me mira con una tristeza
infinita.
Le
propuse que a fin de año, si todo va bien, me separaré de mi mujer y viremos
juntos. Ella me miró con una inmensa compasión. Me pidió que no soñara más allá
de nuestras reales posibilidades. Le pregunté por qué y solo dijo “Este es nuestro tiempo, ámame, ámame…todo
lo que puedas”.
Esas
palabras giran en mi cabeza. No veo la razón para no lograr una vida juntos. Mi
familia, allá en Mar del Plata no dejaría de tener mi aporte.
Hoy
a pesar de la felicidad que me brinda Frida y de las ganas de hacerla feliz hay
algo que me da vueltas y no sé qué es.
Antes
de entrar en la casa nos sentamos en el columpio.
El
cielo se mantuvo despejado. Una sábana de estrellas nos invitó a mirar tanta
maravilla. Aquí, lejos de las luces, las estrellas llenan el cielo brillando
rabiosamente. ¡Tantos mundos! ¡Toda esa energía y nosotros en este pequeño
planeta lleno de hermosos cielos y de tanto sufrimiento, con nuestros míseros
pesares. Inmensos para nuestro propio dolor pero que no es nada ante la
magnificencia del universo.
Una
guerra devasta generaciones, pueblos, países. Mientras ésta tierra corre por un
universo ajeno a tanta agonía. La naturaleza nos deja matarnos y tal vez ni
siquiera sepa que lo hacemos con metódica determinación. Patria, libertad,
palabras vacías ante un solo ser humano asesinado.
Mientras
observaba la Cruz del Sur prendiéndose y apagándose volví a mí extraordinaria
Frida. De pronto el profundo sentimiento de tristeza y resignación dio a paso a
una oleada de cariño. Dejaba de ser, al menos por unos momentos, el hombre
solitario de los caminos. Sin hogar. Un ser sin rumbo, perdido entre los pueblos.
La aferré más fuerte. Con infinita ternura.
Abrazados
sentimos el perfume de los azares que alguien plantara con cuidado y buen
gusto.
El
pueblo, lejos de parecerse a cualquier otro, se asemeja mucho a una pequeña
aldea del norte de Europa. No por sus construcciones, sino por la exquisita
presentación de las calles, árboles, foresta y flores. Las pocas casas lucen en
sus ventanas hermosas cortinas. A la hora en que el sol baja, son atadas con
una cinta roja.
En
el bar todos beben cerveza. La caña, la ginebra, tan típica del hombre de campo
argentino, no se toman. Otro detalle digno de admiración es la creación de
falsos balcones, también adornados con flores. La limpieza incluso en las
calles de tierra, es inmejorable.
Pensando
en eso la contemplaba adormilada en mis brazos. Su pelo lacio caía sobre su
escote, en un deleite de suavidad y placer.
Imagino
lejanos y pequeños, ríos allá en su Alemania, corriendo por los prados. El agua
acariciando las piedras y ofreciéndose al viajero cansado y sediento.
Su
voz, lejos de traerme los helados recuerdos de la guerra y la muerte, me
acercan una paz como nunca pude deleitar. Los sueños oscuros mágicamente han
comenzado a disolverse.
Una
nube cruzó ocultando brevemente las estrellas.
El
recuerdo surgido de la profundidad de mi inconsciente se hizo real. Los huesos
de mi primera mujer es su tumba. Las recriminaciones de mi esposa. Mi mala
suerte. Apreté más fuerte a este ángel maravilloso. Mientras aparecía un cielo
impecablemente limpio ella despertó y dijo muy quedamente “entremos”.
Después
de amarla volví a decirle que deseaba pasar el resto de mi vida a su lado. Dijo
-Mario eres una persona excepcional y llena de amor, lo veo en tus ojos. No hay
eternidad ni tiempos infinitos, solo momentos, a veces inigualables. Breves
etapas de la vida, donde entre tristezas y dolores, se enciende la luz y nos
llena de alegría. No es que estemos en el paraíso. Vivimos en un infierno
constante, luchando para escapar. Soñamos con otra vida. Imaginamos siempre que
hay otro sitio mejor, más cálido, más fresco, más luminoso, más tranquilo. Pero
al final del camino quizás, con suerte, alguna vez lo encontremos. Y cuando
imaginamos que al fin hemos llegado todo se acaba y vuelve el dolor. Entonces
comprendemos (tal vez) el verdadero significado de la vida. Infierno y paraíso,
dolor y placer, suerte y tragedia. Así es fuego e hielo. ¿Qué importa ahora el
tiempo Mario?
¡Queridísima
Frieda! Entonces la rodee con mis brazos y se entregó en un beso tierno y
profundo. Se levantó algo turbada y dijo “es tarde vayamos a dormir”.
La
luna había corrido por gran parte del cielo. Los eucaliptos irradiaron todo su
perfume. A lo lejos algunos ladridos de perros se confundieron con el sonido de
un gran búho.
Plenamente
feliz me dirigí a la habitación cuando se me hizo consiente una preocupación.
Mi alma plena era ahora turbada por una duda. Como un pequeño y claro estanque,
cuyas aguas inmóviles presagian oscuros y temibles secretos en sus
profundidades.
Antes
de acostarme perplejo recordé a mi mujer y a mis hijos, allá tan lejos y tan
solos.
Ella
ya duerme. Quiero cuidarla, protegerla de los malos sueños, de los recuerdos.
Del caos y el dolor. Acaricié su cabeza y su pelo se desplegó entre mis dedos.
Antes
de acostarme escuché otra vez las palabras de Frieda ¡paraíso e infierno! Pero
algo que dijo retumbó brevemente en mi cabeza. “Antes del final de la guerra
estuve en Polonia.” Hay algo que no está bien. Mañana debo terminar de
escribirlo.
22 de Enero 1958
Acabo
de despertarme. Aún es muy temprano. Ella ha ido a cuidar a Don Otto, parece
que ha pasado una mala noche.
He
vuelto a estas páginas. Sombras sobre la felicidad. Ella dijo que había estado
al final de la guerra en Polonia y que al acabar ésta regresó a Berlín. Si
fuese así hoy tendría cuarenta y cinco años ¡eso no es posible! No debe tener
más de veinticinco años. Es extraño.
Al
fin ha terminado el día, ha sido largo y caluroso. Antes de descansar necesito
aclarar mis ideas, por eso quiero volcar cada palabra que recuerde.
Llevamos
con Frida un encargue a la Estancia de los Trama. Aproveché el largo camino en
sulky para hablar con ella. No abordé el tema enseguida. Le pregunté sobre
Alemania. Su vida allí. La noto reticente. Desvía la conversación hacia otros
temas.
Nos
detuvimos en el arroyo, a la sombra del gran sauce. Comimos algo y nos
refrescamos. Estuvo tan vivaz, hermosa como siempre. Se levantó y fue hasta el
arroyo. El sol llenó de oro su cabeza. Me decidí a no decir nada más, pero no
pude. Ella me abrazaba y le dije directamente “Si estuviste en Polonia poco antes del fin de la guerra quizás
tendrías unos veintiocho años. Regresaste a Berlín y allí todo acabó. Llegaste
a la Argentina. Me causa gracia”, ¿Qué?
–dijo–.“¡Hoy quince años después tendrías
que tener más de cuarenta y cinco años! ¡Es imposible! Eres muy joven”. En
cuanto terminé de decir aquellas palabras me arrepentí. Estuvo muy contrariada.
Hizo un largo silencio. Luego sorprendentemente dijo: “Mario a veces es preferible ignorar ciertos temas. Ten paciencia. Es
muy pronto, algún día podré hablarte libremente. Eso no significa que te quiera
menos. Mi vida ha comenzado a brillar por tu presencia. Confía en mí y espera.
Te amo, te amo tanto. Es la primera vez en toda mi vida que soy feliz”.
Soy
un estúpido, no preguntaré nada más. No quiero herirla. Estoy cansado. Pero
¿qué habrá querido insinuar?
23 de Enero 1958
Ha
sido un día extraño. El trabajo en el almacén de Don Atilio comenzó
normalmente. Los miércoles y viernes son los días en que hay un intenso movimiento.
La peonada viene al pueblo, pasa por el negocio y carga sus carros. Desde
herramientas hasta harina. Es interesante ver lo que llevan para tomar.
Un
grupo, los de las estancias del este y norte son tomadores de vinos. Lo extraño
es que al sur hay una estancia (nunca estuve allí) cuyos peones son rubios. Los
acompaña Don Nicanor. Es un tehuelche típico. Largos cabellos renegridos, tez
obscura. Cuando uno lo ve llegar imagina que pedirá un vaso y la botella de
caña. No es así. Al igual que los cinco o seis hombres que lo acompañan bebe
cerveza. Nunca imaginé que se pudiese tomar tanta cantidad. Varias veces hablé
con él tratando de sacarle alguna información sobre sus extraños acompañantes.
Da rodeos y ninguna explicación. Es el único que se comunica. Quizás sus
compañeros no hablen castellano. Visitan regularmente al Anciano.
A
las once de la mañana mi patrón me llamó. Y Dijo: “Mario en el fondo lo esperan”. El largo pasillo conduce a una gran
puerta. Golpeé. “Pase” –dijeron–.
Entré a una gran sala. Cuidadosamente las ventanas habían sido tapiadas. Una
gran mesa oval y varias sillas esperaban vacías.
Todas
las paredes, hasta el techo acumulan miles de libros.
El
Anciano al verme Dijo: “¡pase, pase
Mario!”, póngase cómodo. Rengueando se acercó a la cabecera.
A
cada costado de la habitación cuatro custodios guardaban silencio. Quietos como
estatuas parecían mirar más allá de las paredes. Don Otto al advertir mi
intranquilidad agregó “Son mis muchachos.
¡Estamos en un problema Mario! Nos quedan solo cinco días”, “¿Cinco días?” –pregunté–. Comenzó a
toser y temblar, le alcanzaron agua
-Voy
a mostrarle. La fiesta del pueblo es inminente. He tomado la delantera. ¿Ve
estos mapas? Dividí toda la zona en cinco regiones.
-¿Regiones?
-Le
ha asignado una zona a cada uno de mis hombres. Usted se hará cargo de la
quinta.
-¿Yo?
¿Con que fin?
-¡Mire
por favor! Desde el pueblo hasta la estancia de los Trama. Frida lo secundará.
Irán por cada camino, y cada puesto, cada hombre y mujer tienen que ser
censados.
-¿Censados?
-¿Qué
le pasa hoy Mario? ¡No está atento!
-
Sí, sí lo estoy pero no comprendo…
-¡Por
favor, la fiesta de la cerveza! Todo tiene que ser perfecto. Cada persona que
visite recibirá el bono correspondiente para la entrada al festival. Van anotar
cada nombre. Necesitamos saber cómo van a llegar al pueblo. Si no tienen
transporte se lo procuraremos. Tome su carpeta y revise. Nombres, estancias o
puestos de residencia, transporte, etc. Todo esto en lo relacionado con lo externo.
Mañana comenzarán los armados de las tiendas. Una grande en la plaza. Luego a
dos cuadras las carpas que servirán de habitaciones. Por eso es imprescindible
el número exacto de concurrentes. Quiero que cada una tenga escrito el nombre
de sus ocupantes. Habrá que armar baños. Piense en el agua que pueda consumir
cada grupo. Ya ordené el tendido de líneas eléctricas y luminarias. Quiero que
cada detalle sea perfecto.
-Pero,
pero.
-¿Qué
le ocurre?
-Digo,
mi trabajo, Don Atilio.
-Olvídese
de eso por ahora. Ha sido relevado hasta nuevo aviso.
-¿Cuánta
gente va a venir?
-¡Todos!
En su sector usted va a ser el único responsable para que nadie falte ¿Está
claro?
-Sí.
Imagino la gratitud de las personas.
-Nada
de gratitud, mucha es gente necesitada. Recuerde que no se debe exigir el
tributo de la gratitud por que ella no brinda mercedes, sino que está destinada
a restituir derechos.
Vaya
ahora a ponerse de acuerdo con Frida. Use la camioneta. No pierda tiempo con un
carro. Aún falta lo más complicado el alimento para tanta gente y su
preparación.
-Asado.
Dije.
-¡Nada
de eso es la fiesta de la cerveza! Todo bien alemán. ¡Vaya, hágame el favor! Y
llévese ese mapa.
Los
hombres que lo cuidaban permanecieron inmutables. Uno dijo algo extendiendo uno
de los mapas, pero no lo entendí.
Don
Atilio me esperaba. Sonriendo dijo: “¿Qué le ha parecido? Eso es saber
dirigir”.
Le
pregunte qué pasaría con el trabajo. Dijo: “No se haga problemas, nadie en su
sano juicio le objetaría nada a Don Otto, y ¡no haga preguntas por Dios! Cumpla
su orden”.
Busqué
a Frida. Realmente no entendía que estaba pasando.
No
la encontré en el pueblo.
Preparé
una vianda y salí con la camioneta.
En
las afueras detuve la marcha. Una nube de polvo indicaba a alguien a galope
tendido. En minutos el jinete estuvo al alcance de mi vista. Quedé petrificado.
Ella, como nunca la había visto, volaba en un gran caballo azabache.
Sus
cabellos al viento resplandecían por el sol furioso de las dos de la tarde.
Parada sobre los estribos acariciaba el aire. Pasó como una exhalación a mi
lado sin verme. Mientras daba la vuelta para seguirla toqué bocina. Detuvo su
carrera. Al reconocerme bajó del corcel y corrió a mi encuentro. Fui hasta ella
y la levanté en el abrazo. Me beso largamente. -¡Mario! ¡Mario! –gritaba
contenta–.
-¡Dios
mío! Te podrías haber matado.
-¿Yo?
Ven te presentaré a Persifal. El caballo dócilmente se acercó a su mano.
Cubierto de sudor brillaba intensamente. Los ojos casi rojos mostraban una
personalidad y una fuerza única.
-¡Persifal
os presento a mi amor Mario! recio caballero con sangre italiana, larga
verborragia y tiernas caricias!
-¡Frida!
Debemos volver al pueblo. Don Otto me dio un trabajo, al parecer don Atilio lo
sigue en la locura.
-¿Locura?
¿Cuál?
-Algo
sobre una fiesta alemana. Me mostró mapas...
-Ah!
La fiesta. Tranquilo. Vamos a casa y te contaré. Veremos quien llega primero
¡Es una carrera! ¡Yo con el viento o tú con esa camioneta!
De
un salto subió a su cabalgadura y salió como una tromba. Tardé en arrancar y
llegar a la casa. Ya en la sala de estar, increíblemente fresca, logré
relajarme. Desde el baño gritó:
-¡Mario,
estoy en la ducha, ven!
Luego
de bañarnos almorzamos.
-Vamos
a la cama y te explico- dijo.
-Debes
entender a Don Otto, aquí nadie lo contradice.
-Sí,
pero a mí el sueldo me lo paga Don Atilio.
-¿No
te dijo él que le hicieras caso a Don Otto?
-Sí,
pero.
-Mario
aquí no se discute lo que Él diga. Me comentó que te quiere como a un hijo.
-¿Eso
te dijo?, si apenas me conoce
-Sabe
que te amo y que me haces increíblemente feliz.
-¿A
pesar de estar casado y tener un pobre empleo?
-¡Eso
no importa! La vida son momentos que se proyectan como una película. La tuya a
pesar de los problemas con tu mujer ha transcurrido tranquilamente.
-¿Tranquilamente?
-Sí,
absolutamente. Jamás vas imaginarte lo que es la guerra. Mis palabras nunca van
a llegarte, sencillamente porque el dolor de cada persona no es transmisible.
Es una experiencia única.No quiero hablar de ello, solo te lo contaré una vez.
Vivía con mis padres en Meissen, en la Sajonia. Un día llegó la guerra. Todavía
cuando cierro los ojos veo el magnífico castillo de Albrechtsburg y su escalera
caracol. Por debajo del monte del castillo me veo correteando por el casco
antiguo.
En
los atardeceres subíamos a la montaña del Castillo. Me quedaba con mis hermanos
contemplando aquellos soles ocultándose sobre los tejados perfectos. ¿Puedes
imaginar la belleza de la armonía? Niños jugando bajo el sol. Prados verdes.
Otoños tiernamente marrones. Las noches, en los inviernos blancos, en que en
que nos sentábamos frente al fuego del hogar. Mamá nos regalaba cada noche una
taza de chocolate caliente.
En
un principio tuvimos suerte ya que muchos compatriotas sufrieron inmensas
privaciones durante esos tiempos.
Mi
padre trabajaba en la Universidad. Pero nada duraría. Los rumores de la guerra
nos parecían lejanos. Sin embargo llegó brutalmente.
Nuestros
amigos que marcharon al frente comenzaron a morir. ¡Es tan sencillo enviar
manada tras manadas de muchachos y hombres a la muerte! En esos momentos hasta
ellos mismos deseaban dar su vida por la patria. Tienes que saberlo: nosotros
amamos a nuestra nación, por ello no importaron los sacrificios.
En
ese tiempo pasaba los días llorando a escondidas. No debía hacerlo frente a los
demás, ya que me había propuesto ser fuerte.
Las
ciudades se convirtieron en ruinas. Me fui apagando poco a poco.
Me
refugié en el estudio y luego, al final, lo conocí a Él. Huimos. Llegamos a
este país.
El
viaje fue largo y penoso. Nunca más podríamos regresar. Atrás quedaron los
sueños y las ruinas. El fin de millones de vidas.
No
puedes entender el profundo dolor que siente. No es físico, es un ahogo, como
si estuvieses a miles de metros bajo el mar, en oscuridad. Quieres escapar,
huir y es imposible.
Sabes
que tu país, al que amas más que nada, ha sido convertido en ruinas. Que tus
amigos no volverán nunca.
Cuando
nos enterábamos de las brutalidades realizadas por los rusos, llorábamos
callados, en un silencio hosco, sordo, duro y brutal. Ya no tendríamos ni
veranos ni inviernos para disfrutar.
Los
rusos entraban en las poblaciones, mataban sistemáticamente a los hombres.
Violaban a las mujeres sin distinción. Luego las abrían a punta de bayoneta. Y
después llegaron las bombas indiscriminadas.
Mis
tías vivían en Dresden. Una de muchas ciudades sin defensas fue convertida en
ruinas, por los bombardeos norteamericanos. Miles de inocentes pagaron con sus
vidas una culpa que no tenían.
Durante
mucho tiempo me despertaba en las mañanas, en éste campo y no quería vivir.
Deseaba que la muerte me llevara de una vez. Mis hermanos y mis padres habían
muerto... Él me decía al verme destrozada “Naciste para ayudar a los demás.
Aquí es el lugar, debes olvidar”. A su vez miro a ese Anciano encorvado y
agotado, en límite de sus fuerzas y sufro por él.
-No
llores...
-¡Te
quiero tanto Mario! acepta lo que Él te diga por favor, solo es una fiesta.
-De
acuerdo querida. Mañana temprano empezamos la recorrida.
-Recuerda
que cada día deberemos presentarle un informe.
-Lo
haremos.
Realmente
no entiendo todo esto ¿Qué poder tiene el Anciano sobre tanta gente?
24 de Enero 1958
Ha
sido otro día agotador. Recorrimos una buena parte de los puestos, estancias y
caminos. Todos vendrán.
Estoy
escribiendo a la una de la madrugada, mañana a las seis seguiremos. Necesito
dejar en el papel estas palabras, antes que el cansancio me venza.
A
las once de la noche salí del hotel para cenar con Frida. Mi patrón me invitó a
tomar una copa. No llegué lejos. Don Otto, en la puerta, sentado en su eterno
banco de quebracho, me llamó. Le dije que ella me esperaba. Como de costumbre
me fue imposible contradecirlo. Ese hombre tiene algo que no alcanzo a
comprender. Nadie en el pueblo le dice que no. Es más, me extraña el respeto
que le profesan. Le temen ¿Pero quién podría temer a alguien como él?
Me
senté esperando que la charla durara poco. La cena ya estaría lista y yo con un
hambre de lobo después del trajín de día.
-Don
Otto Frida se va a enojar si tardo.
-Que
se enoje. ¿Está contento aquí en el pueblo?
-¡Claro!
¿Cómo podría no estarlo? Ella es maravillosa.
-¡Cuídela!
-¡Eso
haré con todo mi corazón! La fiesta va a ser estupenda.
-Seguramente
será la última para mí.
-¡No
diga eso! Todavía le quedan años por delante.
-Mario,
no intente darme esperanzas que no existen. Todo se acaba en algún momento.
De
pronto regresó otra vez a su mundo.
Luego
de un largo silencio continuó:
-Siempre
he creído en dos cosas: en la fuerza y en la voluntad. Si las tiene nada podrá
detenerlo. O al menos les será muy difícil doblegarlo.
Cuando
era joven perdí primero a mi padre y luego a mi madre. Pertenecían la clase
media. Él fue funcionario público. Hasta ese momento mi vida había trascurrido
sin mayores penurias. Pronto se terminó esa vida monótona y tranquila. Así me
vi lanzado a la lucha por la supervivencia.
La
magra pensión de mi madre apenas me alcanzaba para comer.
Pienso
que la vida al sacarme de la comodidad y arrojarme a las garras de la pobreza y
de la miseria, forjaron en mi espíritu a un hombre fuerte. Capaz de soportar
los embates más difíciles. Debo a aquellos tiempos mi dura resistencia y
también toda mi fortaleza.
Me
encontraba en Viena, allí sufrí cinco largos años de calamidades y miserias.
Para
muchos, en aquella época antes de la Primera Guerra, esa ciudad podía
imaginarse como el lugar de la alegría, de gentes satisfechas. Solo fue así
para los afortunados.
Trabajé
de peón y pintor, pobres trabajos que apenas alcanzaban para poder alimentarme.
Mi única pasión eran los libros y muy pocas veces la ópera. ¡Cuánto sacrificio
para poder comprarlos! O comer o leer, las dos cosas a la vez eran imposibles.
Esa
vida me ayudó a comprender el mundo que me rodeaba.
Mi
camarada fiel fue el hambre ¡Que constante y larga fue la lucha con ella! Me
preparó para la otra gran lucha que más tarde vendría.
No
puedo olvidar a los miles de desocupados y vagabundos que deambulaban en la
oscuridad del sufrimiento. Las noches de los largos inviernos tiritando sin
carbón, en sus paupérrimas viviendas.
Seguía
mi vida pero observaba y aprendía. Estudiaba a aquellas gentes. Al padre de
familia que llegaba a su precaria vivienda el día de cobro. La familia entonces
comía. Los siguientes, hasta el próximo salario, conocían un solo nombre: dolor
por el hambre.
Frecuentaba
a las tabernas no para disiparme o beber sino para mirar a lo más bajo de la
sociedad. A ese padre que gastaba los únicos pesos en bebida. Cientos de miles
de familias abandonadas a su suerte. Mientas en la otra Viena se reía en los
salones, festejaban una fiesta interminable. ¡Vaya si eso me sirvió!
Lo
vi todo desde abajo. Desde el mismo lugar del humillado, del pobre, del
borracho nauseabundo, del olvidado. ¡Sí, yo sufría el mismo hambre! Pero
aprendía más y más.
Comencé
a comprender donde se encontraba el enemigo.
Los
encumbrados en otra clase social daban vuelta sus caras para no ver todo ese
sufrimiento. El terror de caer ellos en ese infierno.
Regresaba
cada noche a mi modesta habitación, cenaba frugalmente y leía, leía.
Sí,
fueron largos, largos años.
Soñaba
con un país donde se lograra un milagro: todas las clases sociales trabajando
unidas para el bien común. Imaginaba derechos para los trabajadores. Buenas
viviendas. Oportunidades. Desarrollo social. Luchamos por ello ¡vaya si
luchamos!
Estoy
tan cansado.
Se
ha hecho tarde vaya, vaya con Frida. Mañana hablaremos.
Cuando
me levanté uno de los hombres que estaba a prudente distancia se acercó.
Intenté ayudar al Anciano a levantarse, el gigantón corrió y me sacó el brazo
sin decir palabra. Lo llevó muy despacio.
Encontré
a mi amada muy enojada. Me recriminó la tardanza. Cuando supo que Don Otto me
había retenido cambió totalmente de actitud. Me abrazó con una ternura única.
Me dijo al oído: “Vamos a comer, después
si no estás cansado... podrías mimarme un poco”.
Ella
ya duerme feliz. ¡Nos hemos amado tanto! Estoy rendido. ¿Qué habrá querido
decir el Anciano con eso que se preparaba para la gran lucha?
25 de Enero 1958
La
noche ha traído un viento fresco que llegó desde el este. Un alivio.
Mientras
regresaba a casa, me quedé un rato mirando al sol que se deshacía en la
llanura. Caminaba un poco cegado cuando vi al Anciano que descansaba en la
plaza. Como de costumbre uno de sus hombres permaneció firme como una roca a
varios pasos. Me senté en silencio junto a él. Con temor pensé que si me veía
pasar no quedaría bien dejarlo solo. Dormitaba respirando entrecortadamente. De
pronto abrió esos profundos ojos oscuros y dijo:
-¿Usted
cree en un Dios, en algo después de esta vida? Y ¡no me mienta! Sinceramente no
me importa que pase después.
-No.
Imagino que la muerte es el final. Sin cerebro, sin conexiones nerviosas
supongo que se acaba todo.
-¿Se
da cuenta de las implicancias que esa idea genera?
Yo
pensaba en Frida y en mi estómago. No tenía deseos de comenzar una larga
charla. La luna se levantaba inmensa, ajena a nosotros. Miré a sus ojos fríos,
inmutables. Tuve que responderle “Sí” –dije–.
-No
hay castigos, ni recompensas. Cualquier vida sería igual a otra. Todo acto de
heroísmo o de barbarie carecería de efectos.
-De
efectos no. Imagine que alguien causa un enorme dolor a otros. No es gratuito.
Es sufrimiento. Y si existe en el mundo un mal específico, acciones que
independientemente de las costumbres, sean el mal absoluto, en todos los
tiempos, es seguramente el dolor causado a otros. Si se hace sufrir a
cualquiera eso es el mal.
-Me
refiero al después. Nada de recriminaciones ni premios.
-Quizás.
-¿Quizás?
¿Es ateo o no?
-Tengo
dudas ¿Cómo podríamos estar seguros?
-En
mi juventud creía firmemente en un Creador. Ya no. Tanto dolor en silencio.
Durante la Segunda Guerra me llegaron unas fotos a mis manos. Crímenes
cometidos por los rusos. Cientos de mujeres y niños masacrados. Fue una de las
pocas veces que lloré en mi vida. ¿Dónde se encontraba entonces ese Dios,
dónde?
-¿Por
qué tendría que estar Dios de un lado o de otro? Se estaban matando.
-Sencillamente
no estaba ni estará nunca al lado del que sufre. Al menos no para ayudarlo.
Quizás hemos inventado a un Dios porque no lo teníamos. Es una necesidad creer.
Estando
en Leoding, tendría quizás cinco años, otro niño vivía a dos casas de la
nuestra. Lo recuerdo tan bien. En el fondo de su vivienda habían cavado un gran
pozo. Yo no había visto el peligro. Él se encontraba al otro lado, lo llamé y
corrió hacia mí. En un instante lo vi caer. Todavía escucho su grito
desgarrador y el golpe del cuerpo en el fondo. Me asomé, aún estaba con vida.
Yo gritaba, gritaba. Sus padres lo habían dejado en casa. Corrí a buscar a mi
madre. Nada pudimos hacer, cuando lo sacaron estaba muerto. Esa noche recé
hasta sangrarme las manos de tanto apretarlas. Imploré para que volviera a la
vida. Yo lo había llamado, por mí murió. Lloraba gritando. Ese Dios no estuvo
allí. Tampoco en las trincheras cuando las balas cercenaban una y otra vez las
vidas de mis camaradas.
Yo
fui herido dos veces y sobreviví en infinidad de oportunidades. ¿Por qué no
hubo una bala para mí y si para otros?
Durante
mucho tiempo pensé que la Iglesia era fundamental para el hombre. Pero yo estoy
al final de mi vida y ya no me importa.
Le
diré algo fundamental quien tenga el poder deberá llegar a él no por la fuerza.
Solo hay una forma, al pueblo no se lo conquista, éste debe entregarse. Para
ello hay que amarlo para ser amado. Respetarlo. Y mostrar el ejemplo. Quien
comande deberá ser austero.
Volviendo
a la fe, ésta tiene un rol fundamental en el Estado. Aunque hoy yo no espero a un
Dios, el pueblo necesita de ejemplos. Las enseñanzas de la iglesia sirven para
ese propósito.
-Entonces
si no hay un Dios, si no hay un después, tampoco habrá dolor, sencillamente
nada.
-¿Por
qué debería sentirlo?
-Bueno,
nadie está libre de culpa.
-¿Usted
piensa que yo debería tenerla?
-Don
Otto, no conozco su vida, no lo sé. ¿Por qué pensar en la muerte?, mire que
noche. Escuche los grillos. Esta paz es una maravilla. El aire huele a
eucaliptus. El sonido de algún pájaro que llega a su nido, perros en la
lejanía. El campo que nos habla bajo las estrellas ¿No es hermoso?
-Sí,
paz. Se ha enamorado por eso habla así. ¿Qué sabe usted? ¿Qué vida ha tenido?
¿Qué ha logrado hasta ahora?
-Nada,
sinceramente solo soy un pobre hombre deambulando por los caminos buscando
sustento. Pero aquí tal vez encontré el camino. Vivo feliz. Por primera vez
siento la inmensa necesidad de darle ternura a alguien tan especial como Frida.
-Usted
es un buen hombre.
-Sin
duda ha luchado mucho en la vida. Lleva una gran carga. Deje el pasado atrás y
disfrute de estos momentos de sutil belleza. ¿Siente la brisa sobre las hojas?
-No
puedo Mario, la carga es demasiado pesada. Despierto cada mañana esperando que
sea la última. Descansar. Sí, el olvido. Vaya a cenar, su Frida lo espera. Es
un hombre con suerte. Vaya.
Me
despedí y corrí las cuatro cuadras hasta la casa de Frida.
-¿Qué
te pasó? -dijo.
-Don
Otto. Ese hombre no se encuentra bien.
-Ya
lo sé amor. Sufre mucho. ¿Te dije que te quiero?
-Sí,
muchas veces. Por primera vez en toda mi vida siento que puedo descansar a tu
lado.
Así
termina un largo día.
¡Qué
extrañas las palabras de ese hombre, una pesada carga...
26 de Enero 1958
Tuvimos
un día terrible. Salimos temprano a terminar con las invitaciones para la
fiesta. Frida quiso correr con su corcel. Como de costumbre al galope. Una
tromba. La seguí de cerca. Cuando Parsifal entró en el monte y lo vi salir solo
me aterroricé. Detuve la camioneta y corrí. Estaba tendida. Golpeó contra una
gruesa rama en la frente. El impacto fue brutal. La subí desmayada y aceleré.
En un instante llegué al pueblo tocando bocina. La cargué en mis brazos. Don
Otto sentado en su eterno banco preguntó qué había ocurrido. A los gritos le
expliqué. Uno de los fuertes hombres del Anciano la alzó. El Anciano me tomó
del brazo fuertemente.
“¡Cálmese! va estar
bien”
–dijo–. Temblando lo seguí a dentro del Hotel. La acostaron con una bolsa de
hielo en la cabeza. Para mi asombro ella abrió los ojos. Se tocó la frente y
dijo: “Que golpe ¿Persifal está bien?”
“Sí, y el árbol también ¡Casi me infarto! Ese golpe habría matado a otra
persona” –le dije–. “Ella es muy fuerte”
–dijo Don Otto–. Cruzó su mirada con la de Frida y ambos sonrieron.
La
dejé descansar. Según él, ella posee un organismo privilegiado. Ya no tiene
ninguna marca de semejante golpe. Es realmente sorprendente.
La
dejaron en el hotel por las dudas. Pasaré la noche solo ¡Ya la extraño! Iré a
dormir, mañana es la gran fiesta y tendremos que estar atentos a todo. Si algo
sale mal no quiero imaginar cómo se pondría el Anciano.
¡Mar
del Plata! Mi familia hace varios días que no llamo. Les haré un giro con algo
de dinero.
27 de Enero 1958
Y
pasó la gran fiesta. ¡Fue un éxito! No hubiese imaginado que esta gente tan
dura pudiese lograr tanta alegría. Don Otto estuvo de un lado para otro
controlando cada actividad. Frida, durante un par de horas, lo llevó a su
habitación, estaba muy cansado.
Todo
empezó muy temprano. ¡Decenas de grandes tiendas! En la calle principal
instalaron el palco. Las autoridades dieron comienzo. Primero desfilaron los
bomberos y la policía (solo cuatro agentes). El Intendente dio su discurso.
Tuvimos carrera de caballos y hasta de carros. Luego fue el turno del desfile
de carrozas. Los paisanos se esmeraron. Fue brillante. Se preparó una gran
tienda que ofició de comedor. Se la abarrotó de mesas y sillas.
Muchos
fueron los asadores. (A pesar del disgusto del Anciano) tuvimos asado con
cuero, lechones al asador, corderos. Infinidad de chorizos y ensaladas
hermosamente decoradas. Y Por supuesto vinos. Él prácticamente obligó a más de
veinte muchachas a ofrecer jarras de cerveza helada, salchichas y chucrut. Las
veía ir y venir con sus los típicos vestidos alemanes.
Frida
fue un capítulo aparte. Bajo el sol parecía flotar. Se paseaba con la brisa
dejándose llevar de mesa en mesa. Su lindo pelo rubio se convirtió en dos
trenzas que la hicieron aún más joven. Sonreía a todos, contagiando su risa
plena y pura. Obviamente su vestido de campesina alemana fue el más hermoso.
En
el desfile Don Otto estuvo atento, aunque no subió al palco.
Pude
observar a ese extraño hombre. No miraba a los que orgullosos pasaban frente a
las autoridades. Su mirada voló a otro lugar. Tal vez lo imaginé pero no estuvo
allí. Duró minutos, lo vi viajar lejos. Quien sabe qué momentos de su vida
recordaba. ¿Dónde habrá estado? ¿Cuánto sufrimiento habrá traído de su querida
patria?
Hacia
la tarde volvieron las cuadreras. También se organizaron juegos para los niños
(a cargo de las maestras de la escuelita).
Por
la tarde los paisanos sacaron los mates, y tortas fritas. Pero claro Don Otto
no se iba a quedar atrás. Organizó una gran mesa con tartas y postres típicos.
Por supuesto me hizo probar cada uno de ellos. Acepto que son muy sabrosos. Así
mientras me volvía loco con sus explicaciones Frida cortaba pequeños trozos y
decía con su vos maravillosa -Querido prueba esta berlinesa, ah mira, pastel de
queso, y éste plum cake no te lo pierdas. Esa de allí es la famosa selva
negra...
El
Anciano casi me ahoga en cerveza, que sumada al vino, café, tortas fritas,
asados varios y chorizos me han dejado en un estado lamentable.
Llegó
la noche y la fiesta seguía. Una improvisada banda de música tocó una marcha.
En un extremo de la plaza se colocaron los dispositivos para lanzar los fuegos
artificiales. Y el cielo se llenó de luces. Uno mejor que otro. Las cabezas
levantadas gritaba un ¡Ho! o un ¡Ha! Todos se maravillaron. Él cerraba los ojos
y escuchaba las detonaciones. Un dineral quemado. Frida no quiso mirarlos, se
aferraba a mí en cada explosión. Se alteró mucho.
De
cada árbol se colgó un farol de papel.
Al
finalizar el espectáculo caminé con ella hacia la entrada del pueblo. Lejos de
las luces el cielo en un negro profundo nos extendió una sábana de estrellas.
Nos abrazamos y ella dijo:
-¡Qué
hermoso! El pueblo parece inundado de luciérnagas. Todo ha sido maravilloso,
Don Otto estuvo feliz y yo bueno... estoy a tu lado ¿Qué más puedo pedir?”
Así
terminó el memorable día. Agotada se durmió a mi lado. Tal fue su felicidad que
no le comenté las sombras que yo veo sobre ese hombre.
28 de Enero 1958
Otro
día perturbador. Mientras ella me llena de amor y pasión, el Anciano me sigue
produciendo una inquietud perversa. Es una extraña y agobiante sensación.
Además el hecho que mi familia se encuentre lejos de aquí enturbia mi alma. Querría que solo existiese
la dulce y maravillosa Frida. Irnos. Encontrar algún lugar, dedicarnos solo a
nosotros dos. Amarnos más allá de todo. La vida debería darnos otra
oportunidad. Permitirnos que nos libremos de las cadenas. Simplemente vivir.
¿Por qué no podemos sentirnos plenos y sencillamente amarnos? ¿Por qué?
Atilio
cerró, como cada medio día, el Almacén de Ramos Generales. Crucé la plaza en
camino a casa. Ya casi todo el pueblo estaría almorzando y luego dormiría la
infaltable siesta hasta las cinco de la tarde. Allí estaba el Anciano bajo un
tilo. El guardián, cubriendo sus ojos con lentes, permaneció firme.
Es
evidente que gozo de cierto permiso para estar junto a él. Ahora me doy cuenta
que nadie se le acerca. Salvo en alguna reunión del pueblo. Cuando estoy a su
lado el gigantón de turno se queda a unos cuantos metros. Con nadie más ocurre.
Me
acerqué a su banco y lo saludé. Permaneció con los ojos cerrados. Pensé que
dormía. Iba a retírame cuando con vos entrecortada pero firme sentenció:
-Siéntese.
¿Sabe usted que es la fuerza?
-¿La
fuerza? No entiendo.
-Cuando
era niño mi padre me azotaba duramente con un palo. Un día decidí no llorar ni
una sola lágrima. Aguantaba cada feroz castigo sonriendo. Me mordía los labios
hasta sangrarlos. Pero no emitía ni un quejido. Mi padre se enfurecía. ¡Yo era
más fuerte! Muchos años más tarde, en extremas dificultades esa fuerza me
sirvió para sentirme como un ser poderoso.
Se
interrumpió en un acceso de tos. Me di vuelta, el guardián se acercó, pero él
reponiéndose e imperativamente casi gritó “¡Estoy bien!”
-Me
propuse que nada ni nadie se interpondría en mi camino. Estuve decidido a vivir
una vida plena, para ello no debería atarme a una persona. Y así fue. Mi patria
estaría siempre primero. Ni la miseria ni las guerras después lograron
doblegarme.
Se
interrumpió. Luego de un largo silencio continuó pero ahora sus palabras
denotaban un extremo cansancio. El terrible pasado regresaba para torturarlo.
Sus manos temblaban descontroladamente.
-Mi
vida ha durado una eternidad. Todo vuelve una y otra vez. Las largas noches en
Viena. El hambre. El dolor al ver a los miserables sin nada. Luego alistándome
en la Gran Guerra. El barro. Cavar, cavar, mientras las ratas nos pasaban a
veces entre las piernas.
El
frío mordiéndonos. Los largos inviernos. La vida en las trincheras. El silbido
que llamaba a subir las escaleras y correr hacia la metralla. Los ojos de los
camaradas aterrados pero decididos por su deber y su patria.
Todos
esos muchachos. El fuego, el humo el dolor de las pérdidas.
Un
día cuando caí herido, ciego por los gases, todo se derrumbó. La guerra
terminaba. Habíamos perdido, pero no porque nuestros ejércitos no hubiesen
estado a la altura de las circunstancias. Tuvimos un problema moral. Desde la
capital se esforzaban en decirnos que no valía la pena seguir la lucha. El
enemigo no estuvo solo en el frente, lo tuvimos adentro.
Un
Estado puede tener el armamento más poderoso, pero sin un ideal, sin moral no
es nada. Fíjese la importancia de estar unidos, de creer.
Todas
las clases sociales deben trabajar juntas, no odiarse.
Si
un solo ciudadano sufre ya no hay justicia. Todos deben contar con
posibilidades similares. Luego algunos serán más inteligentes que otros,
tendrán más oportunidades, pero los que no las tengan no deberá sufrir
privaciones. Para eso la patria deberá ser querida y amada.
Ahora
soy este viejo. Los recuerdos son como hierros al rojo en mi carne.
En
aquellos tiempos pensaba cuáles eran las fuerzas que sostenían a un Estado: el
espíritu y la voluntad de sacrificio de cada uno por la Nación. No importaba la
economía. El hombre jamás va al sacrificio por ésta, pero sí por los ideales.
Tanta
lucha para llegar a esto. Un mundo que se ha llevado por delante todos los
principios. Toda la sangre derramada, en los campos de batalla, para que el
mundo se haya convertido en un gran bazar. ¡No lo soporto! Vender y comprar.
¡La
gran culpa la tienen los banqueros! ¡Es inmoral la usura! No lo olvide la razón
de ser de los bancos es prestar dinero y obtener ganancias desmedidas.
Años
más tarde comprendí en el terrible camino en que estaba nuestra Nación: el
maldito interés. Sí, prestar dinero y cobrar por ello es el mayor de los
salvajismos. Así empezó a carcomernos lenta pero seguramente. Un Estado no debe
permitirlo. Solo el trabajo productivo o de servicios son los que dignifican a
un pueblo.
El
Anciano cerró los ojos. Alejado del presente se encontraba ahora en el pasado.
-Franz,
sí, en aquel invierno recibió un disparo en el pecho. Quedó allí apoyado contra
una cerca, con los ojos abiertos, mientras su cuerpo se helaba. No pudimos
sacarlo. Días enteros lo vimos. Ni siquiera una simple sepultura.
¡Qué
larga lucha fue aquella!
Él
hizo un gesto y el hombretón se acercó y lo levantó. Sin mirarme dijo
-Vaya
con Frida.
Me
quedé allí parado, mientras se alejaba despacio bajo el furioso sol.
Antes
de abrir la puerta de la casa de mi amada, el sonido de la chicharra me
aturdió. Entonces llegó a mis huesos el frio de la nieve. Todo el calor de
aquella tarde no pudo quitarme la imagen de un soldado congelado, apoyado contra
una cerca. Al verme desencajado ella me preguntó que me pasaba. No pude
decirle. Mientras la abrazaba seguía viendo a aquel soldado imaginario pero
real. La figura del Anciano me siguió. Ella al verme temblar me llenó de
dulzura.
Nada
pudo quitarme el horror de esa fracción de segundo en que con mi propia alma
sentí la guerra.
Ese
hombre me produce una aversión que no puedo entender. Y esas terribles palabras
que dijo sin ninguna razón aparente
“Siento culpa pero no arrepentimiento, por que la culpa se origina en la idea
de deuda y yo no pude terminar mi trabajo” ¿Qué habrá querido decir? Otras
veces siento la necesidad de ayudarlo. Lo veo débil, acabado. Pero sus ojos
dicen otra cosa. Fragilidad y violencia, eso es. ¿Pero por qué? Frida lo cuida
como a un niño, ella es tan dulce. Lo extraordinario es que él ha hecho lo
imposible para que estemos juntos.
1 de Febrero 1958
Hoy
hizo mucho calor. Mañana domingo pasaremos el día en la estancia de los Trama,
tienen un formidable tanque australiano.
Serían
las diez de la mañana, estábamos en plena actividad. El almacén de Don Atilio
rebosaba de clientes, entonces escuchamos el grito. Todos corrimos. En medio de
la ancha calle de tierra un carro fue rodeado por las personas que pasaban por
allí. Tendido muy cerca de las patas del caballo estaba el amigo del pueblo. El
gran Thor, un hermoso pastor alemán, sufría bajo el sol. El Anciano rengueando,
no tardó en llegar al tumulto, se encontraba solo a unos pasos. No obstante uno
de sus hombres lo llevó del brazo. Solo Dijo “¡Atrás!” Inmediatamente le
dejaron paso y guardaron silencio. Veo la imagen como una película. Tuve la
sensación que todos estaban expectantes, esperaban su orden. Se arrodilló con
dificultad. Acarició la cabeza del gran perro. Los ojos de Thor se posaron en
los suyos. Quedé petrificado, el pobre animal parecía hablarle. Frida llegó
corriendo con uno de los hombres. El Anciano le dijo algo. El corpulento hombre
levantó al perro y lo llevó al hotel. Lo pusieron sobre la mesa. Enseguida ella
realizó las primeras curaciones. Habló en alemán con Don Otto. Luego me miró.
“Debo operarlo, tiene daños internos” –dijo–. En unos minutos varios de sus
hombres impidieron que pasaran los curiosos.
El
pueblo entero estaba allí. Él daba órdenes precisas. Se trajeron biombos, un
tubo de oxígeno. Desinfectantes, vendas y una mesa de cirugía. En menos de
media hora todo estuvo dispuesto.
Thor
fue medicado para evitar el dolor, dormía aunque se quejaba. Frida gritó “¡Ahora todos afuera! Tú también
Mario”. Antes de salir le pregunté en el oído:
-¿pero
vos sabes operar animales? Me regaló una de sus hermosas sonrisas.
-Tranquilo,
se lo suficiente –dijo.
Llegó
la siesta y todos estuvimos bajo los árboles, en la plaza o en bar. Nadie
levantaba la voz. Cuatro horas después Ella salió cubierta de sangre. Corrimos.
“Va a estar bien. Vayan a descansar”
–dijo–. Le pregunté por Don Otto. Contestó que se quedaba cuidando a Thor. Le
dije que debería estar muy cansada. “Para
nada, el que se ve agotado eres tú. Vamos a casa y comamos algo. En una hora se
le pasara la anestesia y debo volver”.
-¿Te
dije que aparte de ser hermosa tienes un físico envidiable? No te fatigas y
aquel brutal golpe que tuviste fue apenas una caricia.
-Deja
eso y comamos.
Durante
el resto del día y la noche no volví a verla, tampoco al Anciano. Ambos se
quedaron con Thor. Intenté preguntarles a los hombres que hacían guardia en la
puerta del hotel. Fue inútil. Parecen de piedra, ni una sola palabra.
Abrimos
tarde el negocio.
Esta
noche, por primera vez en muchos días, cené solo.
El
sueño no llega. Me senté en el porche. La noche sin luna se ha llenado de
estrellas. Una leve brisa trae la frescura con el perfume de los tilos.
Hace
mucho que no pienso en mi familia, allá en Mar del Plata. Mañana llamaré.
Las
palabras de Don Otto vuelven una y otra vez, agitándome.
Sus
largos discursos totalmente lúcidos dejan, por momentos, paso a inmensas
lagunas y palabras incoherentes. Es claro que sufre una enfermedad que avanza.
Imagino una sorda pero brutal lucha en su interior. Ya no le interesa la vida
pero hasta el último aliento intenta erguirse, mostrar una fuerza que se va.
Eso lo encoleriza. Lo he visto en su eterno banco intentando levantarse solo.
Ya no puede, día a día empeora.
2 de Febrero 1958
Luego
de tantos días de sol y calor ha llovido todo el día. Al fin un poco de fresco.
Mi
ventana está abierta, llega el perfume de la tierra mojada. A lo lejos el
resplandor de los rayos se aleja hacia el sur.
Frida
tampoco ha estado. Como de costumbre, cuando esto ocurre nadie habla. Supongo
que habrá ido a atender alguna urgencia en el campo.
Antes
de abrir el almacén pude ingresar al hotel. Los hombres de Don Otto
desaparecieron. En un rincón oscuro estaba él. A sus pies descansando sobre una
gran manta, dormía Thor. En silencio me senté a su lado. El Anciano alzó
pesadamente su cabeza hacia mí. Volvió la mirada hacia el perro. Su mano
temblorosa lo acariciaba lentamente. El animal cambió su respiración. Se hizo
más calma. Había pasado muchas horas a su lado. Una extraña y estrecha relación
entre dos seres tan distintos y tan solos.
Hoy
comprendí (o creo entender) a Don Otto. Un anciano duro como piedra,
deshaciéndose lenta pero inexorablemente. Es un ser que no necesita del cariño,
pero que puede darlo a un perro. Frida le brinda un cuidado y un amor que no
entiendo. Son tantas las cosas que ignoro. Se ocupa hasta el cansancio de ese
ser indefenso. Aunque la palabra indefenso no es aplicable. Es un despojo
humano, pero de ninguna manera es frágil. Como un viejo jarrón de dura arcilla,
golpeado una y otra vez, pero aún firme. Ella Intenta hacerle menos pesado el
sufrimiento. No solo el dolor físico, quiere aplacarle otro suplicio más
profundo, quizás más tétrico. Cuando reposa dormido uno no puede menos que
sentir una profunda tristeza al verlo, después de todo solo es un anciano. Pero
cuando abre los ojos e intenta incorporarse todos presienten a un furioso
animal malherido y aún peligroso.
Quiero
imaginar su pasado y no lo logro. Por momentos sus ojos duros parecen echar
chispas, mientras vuelan al pasado. Su boca se abre en un esfuerzo por tomar
aire. De pronto su cuerpo se agita descontroladamente.
En
el lugar y tiempo en que estuviese, seguramente ocurrieron hechos terribles.
Cierra
los ojos y se duerme perdiéndose definitivamente.
Es
tarde espero que mañana ella vuelva, la extraño tanto.
3 de Febrero 1958
Regresó
Frida, ha recorrido el campo vacunando a los niños y haciendo revisiones de
salud.
Don
Otto amaneció mal y lo han llevado fuera del pueblo. Le pregunté a donde lo
internaron y como de costumbre responde elípticamente. El hombre se encuentra
muy mal. Sus hombres han desaparecido también.
Hoy
tratamos de pensar solo en nosotros. La noche ha sido larga y estupenda.
¡Cuánto tiempo sin sentir de esta manera! Jamás imaginé que sería capaz de
brindar tanta ternura y placer.
El
tiempo pasa y uno se vuelve un solitario. Imagino a un viejo lobo, que ya ha
dejado su juventud y deambula en las noches. Alejándose de los hombres.
Olfateando el aire, evitando las tibias aldeas. Año a año pierde el sentido del
roce de otro cuerpo. Piel con piel. Algún hocico que disipe, aunque sea
brevemente su soledad. Acurrucado en la nevada, tratando de guardar el poco
calor de su cuerpo. Soñando que la manada lo sigue, pero se encuentra solo. La
dulce Frieda, tan humana ha logrado que en el lobo despierte el instinto, tanto
tiempo olvidado. El roce de su piel y una sola mirada de sus ojos son
suficientes para traerme a un mundo de color y luz.
Antes
de dormirse ha dicho algo, que aunque no es claro, me preocupa “No te enamores
de mí Mario, por favor no me ames tanto.” Le dije que ya la amo como nunca lo
hice con nadie. Entonces volvió a llorar en silencio. Se lo dije y lo negó.
-Duérmete
–dijo–. No he podido.
Estoy
aquí en plena noche escribiendo estas palabras. La cortina se mueve por una
suave brisa. Escucho al búho y a lo lejos a algunos perros. El aroma de los
eucaliptus me invade.
Todo
es silencio apenas interrumpido por los sonidos apagados de la noche.
Quiero
olvidar esta sensación de desasosiego y ahogo que me embarga. Algo en mi
interior me quiere mantener alerta. ¿Pero por qué? ¡Estoy feliz, ella me ama!
¿Qué más puedo pedir?
Suena
en mi mente una música cadenciosa, tenue que va creciendo hasta convertirse en
el trueno de los dioses. En cielos inmensos. Llega el rayo y el trueno explota
en prodigiosos tambores y violines que llevan a un diluvio. Agua que estalla en la tierra ávida.
Y el cielo se abre para dar paso a una luz pura que se desparrama sobre la
foresta. Sí, recuerdo cada nota de La Cabalgata de las Valkirias. Frida es una
de ellas. Una diosa única e irrepetible. Un ser portentoso que el viento ha
traído desde un cielo de dolor.
Al
fin sus pies fantásticos han tocado una tierra extraña, pero libre de
sufrimientos. Ha bajado hasta mis brazos. El camino llegó a su fin. Estoy aquí
para darle lo que nunca pude darle a nadie más. Quiero ser pleno, que nada
enturbie esta felicidad.
Ella
duerme. La veo como un ángel pero sé que sufre.
¿Qué
habrá pasado con el Anciano allá en Alemania? ¡Cuántas preguntas y tan pocas
respuestas! Me ha dejado entrar en su círculo, amarla intensamente y sin
embargo hay tantas puertas cerradas aún. La amo, la amo más que a nadie en toda
mi vida. ¿Qué es amar? Quizás este deseo abrumador y magnífico. Mientras
mariposas de miles de colores flotan en mi mente y en mi piel cuando ella se
acerca. También el terror agazapado como una cobra, el temor de perderla para
siempre. La certeza del final. De una noche oscura definitiva, sin retorno. De un vacío
absoluto. Sin su amor mi vida caería en un abismo sin fondo y sin fin. Por eso
en las noches la abrazo imaginando que nunca, nunca se irá.
En
la mañana cuando se ha marchado y estoy en el almacén de ramos generales me
desespero imaginándome que no volverá. Llega la noche y Frida vuelve a mi vida,
entonces todo está bien. Respiro tranquilamente y me aferro desesperadamente a
su cuerpo. La amo, más allá de toda prudencia. Mi necesidad es respirar su
aliento y mirarme en sus ojos. Escucharla cuando me nombra y ese sonido sube
para mí hasta el infinito, solo para mis oídos.
La
noche sigue corriendo indiferente a todo.
Cada
minuto del reloj suena en mi alma como un futuro e impredecible cadalso. Las
palabras para siempre son vagas, lejanas e ilusorias. ¡No quiero perderla!
6 de Febrero 1958
Hoy
trajeron a Don Otto, aparentemente se ha repuesto un poco. Enseguida me mandó
llamar. Lo acomodaron en el Hotel, ya no podrá caminar hasta su cabaña en las
afueras del pueblo.
Luego
de la siesta fui a su encuentro. Por una hendija de la ventana se colaba un
solo rayo de sol. Lo encontré recostado. Dos de sus hombres permanecían de pie.
Hizo un gesto y nos dejaron solos. Me pidió agua. Temblaba tanto su mano que
derramó parte del vaso. Le di de beber. Sus ojos vidriosos aún son dos aljibes
oscuros y profundos. Imagino que la noche
más oscura bulle en recuerdos esporádicos, en el fondo de su alma.
Me
pidió que me sentara a su lado. Comenzó hablando muy bajo, con una enorme
dificultad.
-Aún
estoy aquí ¿qué le parece?
-Va
a mejorar.
-No
diga pavadas.
Esbocé
una sonrisa. Enseguida le pedí disculpas.
-No
se disculpe. Es gracioso. Hace mucho tiempo que no escucho una broma. Ya es
hora, todo se acaba y está bien que así sea. Es la vida. ¿No lo cree?
-Sí,
así es a mí también me llegará.
Pronunciaba
las palabras con un gran esfuerzo. Le dije si no sería mejor que descansara.
-Lo
único que me queda es hablar, necesito hacerlo.
En
el final uno se pregunta muchas cosas. Que hubiese hecho en tal o cual situación.
Quisiera enmendar los errores, pero es imposible. Cuando uno aprende ya es muy
tarde.
El
recuerdo es dolor que vuelve una y otra vez a acicatear lo que queda de
memoria. No tiene ningún sentido, pero se encuentra allí, en la última parte
del consciente que nos queda. Fuimos, ya no somos.
En
éste tiempo sombrío y en ésta tierra lejana me apago y lo acepto. Pero no estoy
satisfecho ¿Cómo podría estarlo? Todo ha sido un desastre. He luchado para ver
un mundo diferente, he fallado.
Sin
amor a la patria nada es posible. Primero un pueblo debe tener condiciones
sociales sanas para la educación individual. Solo aquel que haya aprendido
primero en el hogar y luego en la escuela a apreciar la grandeza de su patria,
solo entonces podrá sentir el profundo orgullo de pertenecer a su país.
Recuerde esto: solo se puede luchar por lo que ama, se ama lo que se respeta y
se puede respetar lo que se conoce. El ciudadano se debe sentir responsable.
Deberíamos
sacar a los inadaptados incorregibles y forzar a los indolentes y vagos a
servir a su pueblo y así servirse a sí mismos.
El
mundo no puede ser de los cobardes. Es imprescindible la fuerza de la voluntad. Así el hombre se
vuelve inquebrantable.
La
Tierra no es otra cosa que una isla, grande y a la vez frágil. Todo se está
convirtiendo en un gran negocio.
Los
estados luchan por crear más y más bienes. Objetos de venta.
Surgirán
guerras por el control de las energías y también para vender armamentos, que
serán objetos de consumo.
Surgirán
nuevos esclavos ávidos de comprar lo que se les ponga delante de las narices.
¿Ve? Si se elimina el amor a la patria solo quedan negocios. El más espurio apego al dinero. Luché contra
eso. La desnaturalización de la pertenencia a un partido político, al Estado.
¿Sabe
lo que está destruyendo todo? Las empresas anónimas, las acciones. ¿Quién es el
dueño? ¿Quién responde por las fechorías y desastres causados a la comunidad?
Nadie. He creído firmemente que los responsables deben pagar. Con sus bienes y
con su vida si fuese necesario.
El
Anciano se calló y comenzó a temblar justo cuando entraba Frida. Casi gritando.
-Basta,
tú Mario, afuera –dijo–. Entraron dos de los hombres que me miraron en
silencio. Regresé a casa y comencé estas palabras. Ella tarda. ¿Qué habrá
pasado?
¡Cuántas
cosas dijo hoy el Anciano! Estuvo muy lúcido. Esos cambios son perturbadores.
Un ir y venir. Del presente al pasado y otra vez a éste presente campesino.
Es
tarde comeré algo e iré dormir. La extraño tanto.
7 de Febrero 1958
Hoy
desayunamos bajo el gran sauce. Amanecía y poco a poco el viento se llevó el
silencio y trajo un día pleno de luz y colores.
El
pueblo despertó. Un tractor a lo lejos fue seguido por una bandada de pájaros.
La
radio quedamente nos iluminó el alma con una música maravillosa. Solo nosotros
dos llenamos este pequeño paraíso nuestro con las notas que crecieron y
llegaron alto, muy alto, perdiéndose entre las copas de los árboles.
El
mundo siguió su camino a través del espacio. Mientras millones de seres
nacieron y murieron en esos mínimos minutos. Ajenos a esta felicidad única e
irremplazable, disfrutamos esos breves momentos intensamente.
Nada
dijimos sobre el Anciano. No quisimos romper el encanto del momento. Ella se
pone mal cuando pregunto.
A
las nueve partió al campo. Parsifal relinchaba ávido por correr. El horizonte
los esperaba.
Un
día más ha pasado. Ya es muy tarde y aún no ha llegado.
Poco
antes de cerrar el negocio uno de los hombres de Don Otto habló con mi patrón.
En minutos me encontraba otra vez junto al Anciano. Esta vez lo acomodaron en
el hall del hotel, en un gran sillón. Dormitaba cuando entré. Me senté a su
lado. Sin moverse dijo -Ha llegado al fin. Bien. Que le quede claro algo: las
injusticias nunca acabarán, ni siquiera en las democracias. Esa es la realidad
del hombre en todos los tiempos.
-Modestamente
creo que puede ser de otra forma. Hay que ponerles un límite a los gobiernos.
-¡No
me diga! Ahora es un visionario
-Disculpe
no quise...
¡Explíquese!
-Digo
que habría que brindar al pueblo una herramienta para controlar al poder. Por
ejemplo establecer el plebiscito. Un millón de firmas lo habilitarían y el
cincuenta por ciento más uno podría cambiar una política o defenestrar a un dirigente.
Los
políticos utilizan la apatía social para que el vulgo acepte lo inaceptable.
Hoy se valen en gran parte de la prensa. Cuentan la historia y los hechos como
necesitan ser contados. No se permite debatir. Se engaña y manipula. Se excluye
al ciudadano. Así utilizando la propaganda el poder puede hacer cualquier cosa.
Incluso llevar al pueblo a una guerra. Es una locura. Por medio de los diarios
se alecciona al pueblo y se modifican las mentes. Y ni que hablar de los medios
masivos de distracción y de la educación pública.
-Usted
está loco. Primero el que manda, el líder no debe abandonar bajo ninguna
circunstancia la plataforma de su ideología general. Solo los políticos
corruptos hoy dicen una cosa y mañana hacen otra, traicionando descaradamente
al pueblo. Solo piensan en sus propios provechos.
El
poder debe estar concentrado en una sola mano. Un sistema de gobierno que pone
la facultad de la decisión final en manos de una asamblea, está asegurando su
fracaso.
Solo
uno manda. Responsabilidad es la palabra. Debe ser responsable de sus actos y
asumir todas las consecuencias de los mismos. No debe ser de otra forma.
Solo
una tormenta de pasiones ardientes puede cambiar el destino de los pueblos;
pero despertar esa pasión solo podrá hacerlo quien en sí mismo sienta el fuego
pasional.
De
pronto el Anciano hizo silencio. Miré sus ojos perdidos. Luego bajó su cabeza y
se durmió. Sin saber que hacer esperé uno minutos y me levante. Miré al
gigantón que lo cuidaba. Lo dejé ya dormido.
Lentamente
regresé a la cabaña de Frida, esperando estrecharla en mis brazos. Mientras
caminaba pensaba en las palabras del Anciano. ¡Que uno solo mandara sería un
suicidio! ¿Acaso no hay ya pruebas suficientes de la locura humana para
depositarla en una sola mano? ¿Qué posibilidades tendremos los hombres comunes
de vivir en paz y con dignidad en éste mundo brutal? ¿Cómo hacernos respetar y
escuchar por el poder?
Me
acercaba a casa mientras los vuelos furtivos de las aves, que buscaban su nido
terminando el día, me acompañaron.
La
noche inmensa aleja los fantasmas. La espero ansioso y feliz. La cena esta
lista, las velas producen un juego de luces y sombras exquisitas. Debe estar
hambrienta. ¡Allí llega! Escucho a Parsifal. ¡Al fin!
8 de Febrero 1958
Ella
ha venido temprano. Juntos disfrutamos el anochecer.
Hay
momentos en que todo se va apagando y el silencio llena el alma de pura paz y
nos miramos a los ojos. Entonces nos convertimos en un solo y pleno ser.
Ella
se encuentra muy nerviosa a causa del Anciano. Me ha dicho que otra vez mañana
no estará durante las horas de la siesta. Le dije que ya tendremos tiempo.
-¿Tiempo?
Es lo que se va acabando. ¿Comprendes que te amo? –dijo–.
Me
aterra a veces escucharla en esos tonos.
Está
allí mirándome escribir. Seré breve.
Luego
de almorzar visité a Don Otto. Ya no se levanta. Ese despojo humano aún
conserva una fuerza arrolladora. Otra vez el tema de Dios.
-Usted
ha dicho que es agnóstico, ahora que me acerco a mi propio fin no puedo de
dejar de hacerme algunas preguntas. En una época acepté la importancia de la
Iglesia y su trabajo social. Pero ahora veo una realidad totalmente distinta.
-¿Distinta?
-Somos
imperfectos y débiles. Necesitamos creer. Así imaginamos (nos han creado) un
mundo más allá de nuestro fin. Nos inventamos un Dios. Un monstruo ciego al
dolor de sus hijos. En su nombre se estableció la idea del castigo y por
supuesto hermosos cielos. No le echemos la culpa a ese pobre e insensible ser.
¡Nosotros lo creamos! Necesitábamos un padre y dejamos hacer.
-¿Hacer?
-Sí.
Creímos que vivir constituía un pecado por el solo hecho de nacer. Una idea
monstruosa. Cargarle la culpa al inocente.
Permitimos
que nos flagelaran la mente y los cuerpos. Así se alzaron los templos hacia los
cielos inertes. Gritamos con gusto por la llegada de un salvador. Y nos
encaminamos al dominio de unos pocos. Ellos supieron crear el mayor negocio de
la historia. La superchería se convirtió en ley y Dios en la necesidad
inmanente del hombre.
Muchas
de las religiones copiaron casi letra por letra lo mismo. Así (por poner un
ejemplo) los viejos egipcios hablaron de un ser nacido de una virgen que
vendría a salvar al hombre. No sé si alguien llamado Cristo habrá existido en
Judea. No tiene ninguna importancia, pero sí sus efectos. Bien empleadas
algunas ideas sirvieron nada menos que para crear siglos de oscuridad. Detener
el conocimiento y condenar a la hoguera a todo aquel que intentó mostrar una
poco de razón. Acuérdese de Giordano Bruno y tantos otros quemados vivos.
-¿No
piensa que el fin justifica los medios? Las tablas de la Ley no dejan de ser
órdenes totalizadoras, imprescindibles para una sociedad.
-Necesarias,
sí. Usadas para justificar el poder de los príncipes. Sin ellos igual hubiesen
sido creadas.
Imagine
a un buen cura que ayuda los pobres. Recorre las calles, brinda sustento,
abrigo, compasión al que se encuentra en el suplicio de la pobreza. ¿Podríamos considerarlo
un mal hombre?
-No
-¡Exacto!
Un buen hombre de Dios (incluso él cree seguramente en el Padre supremo). ¿Cómo
podríamos dudar de ese ser que en su razón cree y practica la caridad y el
desprendimiento? Hago la pregunta al revés ¿Los medios justifican el fin? En
ese hombre santo se encuentra la respuesta. El cree en su Dios y ayuda a sus
semejantes. Pero pertenece al sistema de opresión. Trabaja por un lado para
consolar al necesitado y por otro (y esto es lo grave) le dice a ése mismo
pobre ser que es un pecador. Que encontrará una mejor vida en la muerte. Lo
engaña (aunque él mismo lo crea). Así, sin saberlo, ese santo no es otra cosa
que un saboteador de la verdad. La oscuridad sonríe, sus soldados son fieles y
estúpidos, aunque bien intencionados. Como ve han trabajado siempre a favor de
los poderosos.
Habrá
épocas y momentos en los que sea necesario realizar acciones dolorosas para
fines superiores. Sé que la masa se inclina más fácilmente hacia el que domina
que hacia el que implora, y se siente más íntimamente satisfecha de una
doctrina intransigente que no admita paralelo, que del roce de una libertad que
generalmente de poco le sirve.
O
Dios no existe, en ese caso nada importa. O Dios existe y entonces carecemos de
significancia para él y no me venga con eso del libre albedrío.
-Como
sea no puedo imaginar a un Dios que deja morir a inocentes. Ninguna religión
debería aceptarlo.
-El
golpe más fuerte recibido por la humanidad fue la llegada del Cristianismo. Ha
sido la mejor propaganda de la historia. ¿Cristo existió? ¿Quién va a probarlo?
Y ¿Quién lo negaría? Lo divertido es creer lo que mucho creen. Se hecha una
piedra a rodar y esa arrastrará a otras. ¡Y yo sí que se eso! Él caminó por
Judea siendo un pescador de almas. Nos han dicho que solo los que escucharon
sus palabras y creyeron en él, entrarían al reino de los cielos. ¿Qué
posibilidades de escucharlo tuvieron los chinos, los americanos de entonces, o
cualquier otro habitante de la tierra, que no residiera en Judea? Ninguna, por
lo tanto ¡Un Padre solo para algunos!
Revise
el tema de la crucifixión, “alguien,” creo que fue Pedro, al día siguiente va a
la cripta y ya no estaba el cuerpo del hijo de Dios, había resucitado. ¡Una
sola persona! Lo que me apasiona es la capacidad de la iglesia para crear un
símbolo y a continuación toda una estructura filosófica. Siempre para tener el
poder. ¡Qué idea! Usted debe cumplir fielmente con los preceptos que le
imponen. Si comete algún acto de maldad, simplemente se arrepiente y Dios lo
perdona. Luego si lleva una vida ordenada podrá ir a un paraíso y si no al
infierno. ¡Extraordinario!. Una aseveración que no hay manera de probar. Nadie
pudo crear una fantasía semejante, y a pesar de ello nadie lo niega.
El
Génesis en la Biblia es desopilante. Adán y Eva, Abel y Caín, sus hijos. Luego
vienen otras mujeres y otros hombres. No hay otra forma Abel y Caín o sus otros
hijos tuvieron relaciones sexuales con su madre ¡lindo comienzo!
La
historia de Moisés tampoco tiene desperdicio. Hijo adoptivo de Seti y hermano
de Ramsés. Éste lo denuncia a su padre por ayudar a los judíos. En la historia
bíblica, su vida queda en manos de Ramsés, quien lo condena al exilio. Luego
vuelve con las órdenes de Dios a liberar a su pueblo. Es interesante, tenemos
los cuerpos de Seti, de Ramsés y de muchos otros. Nada se dice de Moisés. No
hay registros, ni una sola palabra.
Como
Ramsés se niega a liberar a los judíos, Dios le envía plagas y hasta la muerte
de cada primogénito Paradójicamente durante el reinado de Ramsés nunca hubo
plagas, ni trastornos conocidos. Todo lo contrario, nunca como entonces los
rindes del trigo fueron tan buenos. ¿Haber que dicen de ello?
¿Y
cuál es el símbolo más querido? ¡La cruz! Un elemento de tortura, es increíble.
Imagine que la gente llevara colgada del cuello una pequeña guillotina.
La
iglesia es poder y dinero, no es otra cosa.
Pienso
que el ser humano siempre tendrá su Dios. El deseo de sobrevivir es innato, la
fe proviene de la esperanza y lleva al fanatismo. ¡Qué sencillo ha sido engañar
al hombre!
Bregué
por un Estado en que los hombres y mujeres se sintiesen orgullosos de su
pertenencia. Una idea única, totalizadora seguida por las masas. Arrollar el
presente y lanzarse al futuro.
Pero
debo aceptar algo fundamental, como creo que ya le dije: la Iglesia es
absolutamente necesaria para que los individuos caminen un sendero moral. Me
guste o no es así. Quizás alguna vez podamos liberarnos del dogma falaz que nos
han vendido.
-Usted
dice que en un Estado alguien manda y otros obedecen ¿No sería eso también
dogmatismo? Una idea sin discusión. ¿No se convertirían en fanáticos de esa
idea?
-No
me entiende. Estoy muy cansado. ¿Para qué hemos luchado tanto, para qué?
Cuando
dijo la última palabra cerró sus ojos. Así dejé hoy a ese extraño hombre. No
tiene sentido discutirle a un viejo.
Es
muy tarde. Escribo estas últimas palabras escuchando al búho de todas las
noches. Él y la brisa fresca que acaricia las cortinas son mis compañeros.
Han
pasado varios días y no he regresado a visitar a mi familia. Siento que el
Anciano me necesita aunque me gustaría tener el valor para gritarle que esta
absoluta y totalmente equivocado. ¡Pero no puedo! ¿Pero quién tiene la razón?
Solo la duda me sigue como un perro indolente pero cariñoso.
9 de Febrero 1958
Al
despertar Frida, a mi lado, aún dormía.
Observé
un largo rato su hermosa cabeza y ese pelo dorado que baña la almohada. Su
respiración se agita cada tanto. ¿Con que soñará? ¿Qué vida ha pasado que yo
desconozco y ella evita contarme? Sé que me ama como yo a ella sin embargo no
he logrado aún que se abra totalmente. Los secretos seguramente son muy
grandes.
Cuando
miro a sus ojos trato de hundirme en su alma torturada pero no lo consigo.
Se
despertó muy despacio y la bese con ansias. Soy un náufrago aferrado a la única
tabla que la vida me ha ofrecido. Nos quedamos un rato acostados mimándonos.
Desayunamos
esos huevos revueltos que a ella le gustan tanto, yo mi café con leche y
tostadas.
Me
exigió que hoy no viese al Anciano. Antes de salir de la casa golpearon
fuertemente. Uno de los hombres de él habló con ella, algo en alemán. Cerró la
puerta y dijo simplemente -Quiere verte. No imaginas cómo te aprecia. Trata de
ser cuidadoso. Está muy enfermo y no quiero que se excite. ¡Por favor!
Rato
después me encontraba sentado a su lado. Su cara mostraba el deterioro y el
cansancio de un ser al fin de sus fuerzas. Lanzó una pregunta para la que no
estaba preparado
-¿Cómo
están usted y Frida?
-¿Nosotros?
Magníficamente bien. Haciendo planes
-¿Planes?
Comprendí
que había hablado de más. No dije nada.
-Ayer
charlamos sobre las religiones. De la corrupción moral que han significado.
La
necesidad del hombre de creer viene de un elemento básico: la conservación de
la especie. Quiere perpetuarse, no terminar al fin de la vida. Por eso las
religiones aprovecharon ese deseo y crearon la culpa. Hicieron al hombre
pecador desde siempre. Condenado de ante mano. ¡Han sido muy inteligentes! ¡Qué
manera de utilizar la propaganda! Ésta siempre ha sido fundamental para lograr
que las masas hagan lo que se quiera.
Pero
quiero hablar de otra culpa más mundana. Imagine que usted está seguro de algo,
digo absolutamente.
Comenzó
a toser y temblar. Uno de sus hombres me apartó. Otro salió corriendo. En pocos
minutos Frida se encontraba a su lado asistiéndolo. Me miró enojada. Él se
repuso y alzando como pudo la voz ordenó que nos dejaran solos.
Con
su voz lenta y cansada siguió:
-Volvamos
al tema. Suponga que va a tomar una decisión fundamental, no solo para usted,
para muchas personas. Ha calculado, lo ha pensado una y otra vez y da la orden.
En un principio todos son éxitos. Juega más fuerte, vuelve a ganar. Luego
comienzan los problemas y aparece el dolor. Allí no puede haber culpa, hizo lo
que creía necesario. La culpa se siente como una deuda de no haber logrado
aquello que se propuso.
-Esto
que me dice ¿cuestan vidas?
-Por
supuesto.
-Entonces
sí hay culpa.
-¿Y
si se hubiese logrado el triunfo? Imaginaba una Europa unida, donde la guerra
dejara de ser la única salida. Todos trabajando y disfrutando el bien común. Un
nuevo mundo más ético, más libre, más organizado.
En
lugar de avivar la lucha de clases lograr que cada una apoyara a las otras, al
Estado en su conjunto. La masa trabajadora con derechos, sin abusos de las
otras.
-Pero
costarían vidas
-Sí,
en un principio. Nada es gratuito.
-¿Cuántas
vidas valen una idea? ¿Qué logros justifican anular los sueños, las esperanzas?
¿Cuánto dolor se requiere? Y ¿para qué? Perderlas para que otros vivan es un
sinsentido.
-Siempre
habrá unos pocos que mandan para que muchos obedezcan. No hay otra forma.
-Debe
haberla o estaremos perdidos. Se ha logrado que las masas hagan lo que unos
pocos desean. Lo grave es que esos millones de personas creen que deben
obedecer, que la orden es justa y perfecta. Así el soldado va a la guerra para
defender a su patria. El esclavo para obedecer a su amo. El “pecador” para no
ofender a su dios. El ciudadano para respetar los “valores” ¿Cuáles valores?
¿Los que nos han inculcado a través de los siglos? ¿Cuál es la verdad? ¿Qué es
lo justo? No, un pueblo no debe ir nunca a la guerra. Es una tragedia inmensa.
¿Usted
piensa que hoy un alemán cualquiera puede imaginar a un soldadito congelado
en una trinchera? ¿Alguien en un futuro
sentirá el dolor inconmensurable de todas las vidas sacrificadas para que otro
trabaje, cobre un sueldo, tome una cerveza y piense en las vacaciones? No,
jamás podrá entender el sacrificio de los que lucharon y murieron antes. Además
usted se contradice. No acepta el dogma de una religión y pretende el dogma de
una o más ideas sin discusión. Aceptar los deseos de quien manda es lo mismo.
-¡Tampoco
usted vivió todo lo que yo he pasado! ¿Qué sabe?
-La
he visto llorar a Frida, su dolor toca mi alma y sufro por ella. ¡Estamos tan
lejos de todo aquello! Pero la guerra a veces parece estar aquí, en este campo
tranquilo y solitario.
-Debe
existir alguna razón. Algún bien supremo que justifique el sacrificio. Si su
nación está en peligro nada importará, deberá obedecer, aún a costa de su propia
vida.
-¿A
quiénes? ¿Y si equivocan? ¿Para qué habrá servido mi sacrificio? Ya no tendré
sueños, ni hijos, ni ellos tendrán a los
suyos. No despertaré nunca más en las mañanas, ni habrá soles y lunas. Ni
brisas en las mañanas. El preciado verde de un bosque, el azul del mar ya no
serán para mis ojos. ¿Usted puede imaginar la nada? ¿La eternidad del vacío?
¿Acaso no ha mencionado a los pobres soldados que usted vio morir?
-Es
evidente que no comprende lo que significa la palabra sacrificio. Mi vida ha
sido darlo todo a cualquier costo.
-¿Valió
la pena?
-No
puedo volver el tiempo atrás.
-¿Y
si pudiese cambiaría su vida?
-Es
una pregunta que carece de sentido. Viví de acuerdo a mis convicciones más
profundas.
-¿Esas
convicciones causaron dolor a otros?
-Fue
inevitable.
-Si
sus decisiones hubiesen sido otras, tal vez el sufrimiento, la angustia no
hubiesen existido. Hoy no estaría haciéndose esas preguntas.
-Podríamos
haber triunfado, hoy tendríamos otro mundo. Usted hace lo posible para hacerme
sentir peor.
-Lo
siento no es mi intención molestarlo…
-Por
eso se encuentra aquí. No es alemán, dice lo que siente. Vaya con Frida. Dígale
que me siento bien, no es necesario molestarla otra vez. Esa mujer es
maravillosa.
-Sí,
sí lo es.
11 de Febrero 1958
El
Anciano ha permanecido en cama. Es preocupante. Frida se ha quedado a su lado.
No la he visto en todo el día. Solo una pequeña nota: “Te amo, debo permanecer con él”.
Aproveché
el resto del día para hacer un inventario en el Almacén.
Imposible
dormir. Son las tres de la mañana. Una brisa fresca llega desde el sur. Los
sonidos de la noche se funden con la música lenta y baja de la radio.
Desperté
de un sueño caótico. Trozos fugaces, mi mujer allá en Mar del Plata. Mi vida
por los caminos. Frida galopando. El Anciano. Una mezcla de gritos y llantos.
No
puedo definirlo, no sé por qué pero otra vez esa preocupación creciente inunda
mi ánimo. De pronto estoy inmensamente alterado y terriblemente solo. Frida,
Frida ¡cuánto la necesito! Quiero pasar el resto de mi vida a su lado. Pero
cada vez que su amor me llena de gozo surgen negras nubes. Mi familia, el
Anciano. Las dudas. ¡La culpa! ¿Por qué no puedo sencillamente ser feliz? ¿Qué
mal he hecho? Solo deseo un poco de paz. ¿Ser feliz? Sí, aunque nunca, jamás
ese sentimiento podrá ser eterno.
Si
viviésemos en un permanente éxtasis, sin intervalos de dolor, sin la duda de la
pérdida entonces no sentiríamos diferencias. Pero aun sabiendo que nunca podré
tenerla siempre, sufro por el solo pensar que podría perderla.
Si
estoy condenado definitivamente a la muerte y al olvido de los eones al menos
pido no saberlo, ni siquiera imaginarlo. La amo demasiado y esos cuervos que
sobrevuelan mi alma me torturan. El amor, la duda, la esperanza, la culpa, el
suplicio de verme al borde de un precipicio. Un abismo que me reclama. Una
eterna noche sin ella. Sin sus manos, sin su piel, ni su voz iluminando
nuestros momentos.
Llega
a mi mente el recuerdo de una música infinitamente triste. Una lluvia callada e
indiferente que me moja el alma mientras pienso en su cintura en mis manos. En
su alegría cuando me mira.
El
silencio me acerca un tiempo blanco sin horas. Solo un futuro de días
exactamente iguales. Un desierto sin contornos. Un espacio sin proporciones. Un
ciego sin voz ni piernas. Una cárcel eterna, sin un solo trozo de cielo. Perder
el gozo de su risa. Sí, lloro por ella. No me importa escribirlo, aunque solo
sean palabras para mí. Las lágrimas resbalan indolentes y terribles. Frida,
Frida ¿Dónde estás?
12 de Febrero 1958
Hoy
temprano él me llamó. Ella volvió exigirme que no lo canse, se encuentra cada
vez más débil.
Gracias
a mi memoria fotográfica volveré a recordar cada palabra.
Lo
encontré ojeroso y amarillento.
-Gracias
por acudir Mario.
-Estoy
para acompañarlo.
-¿Cómo
cree que continuará este mundo cuando ya no estemos?
-¿Qué
importancia tiene? Seguirá sin nosotros, como siguió sin los persas, sin los
egipcios, sin el imperio romano y continuará sin los americanos, esté usted
seguro. Las cosas son como son.
Sabe
que lo opuesto a la ciencia es el dogma, que no se demuestra, se lo acepta sin
discutir. En la ciencia no se puede afirmar algo sin demostrarlo. Usted a ha
dicho que un líder no debe cambiar de idea. ¿Qué pasaría si los políticos
aplicaran el método de la ciencia? ¿Si revisaran sus posiciones y abandonaran
lo que dan por cierto cuando la realidad les muestra lo contrario?
-Ya
no tiene remedio pensarlo. Yo creía en la absoluta necesidad de mantener una
idea. ¿Es que nada ha servido?
La
vida comienza y soñamos siempre con un mundo mejor. Es solo un viaje de ida,
sin retorno. Mientras los días pasan y los cielos cambian nosotros continuamos
corriendo siempre hacia delante.
Imaginaba
que todo sería posible. Nada ni nadie podría detenerme. Soñé con un cambio que
duraría mil años. Nada de eso ocurrió, apenas unos miserables y cortos tiempo.
Y aquí estoy terminando un viaje inútil. Ya no hay sueños. Nada, solo el dolor
por no haber logrado mi objetivo.
Durante
el Siglo II después de Cristo, Roma cambió completamente. Por entonces los
ejércitos dejaron de anexar más tierras y se dedicaron a proteger al pueblo.
Comenzó entonces una época de paz, tranquilidad y placer, decenas de etnias
juntas. El mundo conocido inmenso hablaba un solo idioma: el latín. Desde Inglaterra
hasta el Oriente Próximo. ¡Todos juntos! ¡Yo quería un país en ese sentido !
¡Fraternizar a las clases sociales!
-Dolor
es lo único que hemos logrado una y otra vez. Solo cambiamos los métodos. ¿Por
qué piensa tanto ahora? Debería descansar
-Lo
único que me queda es esto, comunicarme hasta que ya no pueda más. Por la tanto
lo necesito como interlocutor ¡Hable!
-No
sé cómo será el futuro o si lo habrá. Voy a decirle mi humilde opinión. Creemos
idílicamente que si un pueblo alcanzó la democracia ya no debería pedir más
nada. ¡Elegimos a los que tomarán el poder! A ellos les cedemos graciosamente
una parte importante de nuestra libertad. ¿Sabe que creo? Tanta guerra y lucha
para nada. La democracia se está convirtiendo en una trampa.
La
historia no ha sido otra cosa que la luchas por el poder y el sometimiento. Así
como usted dijo la otra vez, las religiones han tratado sistemáticamente de
engañarnos, para someternos. La política pasó de las guerras tribales a las
ciudades estado y luego a los imperios. Guerras una y otra vez. Obediencia, esa
es la palabra, es el dolor verdadero en el hombre, la causa de su propia
angustia. Hemos sido engañados por miserables siglo tras siglo.
-¿Qué
pretende? No hay otra forma. Siempre alguien manda y otros obedecen, ya lo
dije.
-Ese
es el problema. ¿Cuál es la diferencia entre las actuales democracias y
cualquier tipo gobiernos anteriores? ¿A dónde nos están conduciendo las
actuales políticas?
-Dígamelo
usted.
-La
historia está dando la vuelta. Los pueblos lejos de ser libres vuelven a ser
sometidos. Pero ahora es peor. Se elige a aquellos que una vez instalados
“popularmente” en el poder hacen lo que se le viene en gana. El votante nada
puede hacer. Solo esperar hasta la próxima elección, la que nuevamente será
otra trampa.
-Los
pueblos son solo un grupo de seres sin demasiada consciencia. Como los animales
en manada siguen al líder. Solo unos pocos pueden pensar para y por el resto.
Eso no significa que el Líder no ame a su pueblo. Es más, debe ser un doble
juego el pueblo a su vez debe amar a quien manda. Éste solo trabajará en
beneficio de todos, nunca en el suyo.
-¡Cómo
no! Uno manda, impone, envía a las masas a una guerra, se equivoca y millones
mueren. ¡Extraordinario! Por un imbécil se pierden generaciones. Bastante
sangre ya se ha derramado.
-¡No
entiende nada! No puede siquiera imaginar a un solo hombre en el poder,
cargando sobre sus hombros a una nación. Decidiendo por todos.
-Los
que mueren son los soldados no los déspotas. Los que pierden son los padres,
las madres, las esposas de los soldados. ¡Usted mismo lo dijo!
-Un
líder puede equivocarse. Está dentro de las posibilidades. Pero solo será
aceptable si lo que busca es el bienestar para
su pueblo y para las generaciones por venir.
¡Dentro
de las posibilidades! ¡Eso es monstruoso!
-Estoy
cansado, llame a Frida! Mañana temprano lo quiero aquí.
Regresé
a casa con una profunda tristeza.
Ella
me ha prometido que mañana a la hora de la siesta estaremos juntos.
13 de Febrero 1958
Otro
día con mucho trabajo en el almacén. Llegaron dos automóviles con gente
extraña. No saludaron a nadie. Fueron directamente a ver al Anciano. Le
pregunté a Frida quienes eran. No me contestó. Una vez que se retiraron, él
volvió a llamarme.
Lo
encontré sentado en la cama. Se había ladeado a un lado. Dos grandes
almohadones evitaban que se cayera. La boca torcida mostraba unos dientes
amarillos y oscuros. ¡Pero sus ojos! brillaban como carbones encendidos.
Con
gran dificultad se enderezó.
-Llegó
¿Dónde andaba?
Tartamudeando
solo atiné a decirle “Frida.”
-Quiero
decirle algo muy importante. Anótelo y divúlguelo como pueda. ¿Sabe que va a
ocurrir con éste país y con el mundo?
-No,
no lo imagino.
-Los
van a engañar a todos. El poder se hará elegir una y otra vez, por medio del
voto “popular” o directamente lo tomará por la fuerza. Poco importa uno u otro.
-Entonces
coincide con lo que le dije.
-Así
es. Deberán resistir. Ustedes los latinos jamás van recurrir a las armas. Pero
existe un método nunca usado. Una forma de doblegar al poder. La economía es lo
único que les preocupa a todos los gobiernos. Recaudar impuestos y más
impuestos. ¿No quiere eso usted? Comenzó a toser una y otra vez. No supe que
actitud tomar. La puerta se abrió y uno de sus hombres vio el cuadro y salió
corriendo. En instantes Frida estaba a su lado gritándome “Es tu culpa”.
Él
con vos baja pero recia le dijo -tú te vas, él se queda.
Ella,
roja de ira, salió como una tromba de la habitación. Él continuo, ahora más
tranquilo.
-Deberán
aguantar y golpearlos donde más les duela. ¡En la economía!
Imagine
que el pueblo tiene que cambiar una terrible decisión tomada por un gobierno.
Que puede acarrear serias consecuencias a la comunidad. No poseen armas. Ni la
fuerza para oponerse. O el gobernante fue elegido y aún faltan años para un
cambio. ¿Cómo atacarlo? Sencillo y brutal: cortarle el flujo del dinero. ¡Los
impuestos!
El
Anciano se acaloraba y gritaba: ¡No pagar los impuestos! Un primer hombre va a
la plaza de su pueblo con una sola boleta y la quema. Luego otro y otro,
cientos, miles. La prensa hará lo posible para apagar la protesta, no podrán.
Primero no los tomarán en cuenta, luego se reirán, después los atacarán, pero
ya será tarde. Una llama correrá en toda la Nación. Solo así podrá el pueblo
doblegar a los que manden. Piense en ello.
-¡Pero
usted se contradice! Habla del poder en una sola mano y ahora dice que el
pueblo debe rebelarse.
Hizo
silencio y pareció dormir. Un rato después abrió dolorosamente los ojos y me
pidió agua. Ya sus manos no pudieron sostener el vaso. Lo ayude.
Dijo
algo que no comprendí y luego -Nunca se debe abandonar la fuerza, ni la
creencia en uno mismo. Pase lo que pase.
Cuando
fui joven el destino me golpeo despiadadamente. A más golpes más me reconfortaba.
En los largos años de la gran Guerra mis queridos compañeros morían, yo no
lloraba. ¡No debía hacerlo! ¡No tenía derecho!
Ya
en los últimos días de la espantosa contienda llegó el gas a nuestra trinchera.
¡Quedé ciego! Aunque estaba desesperado por el terror a perder la vista, una
voz dentro mío me gritaba “¡No puedes llorar cuando miles de camaradas sufren
cien veces más!” Así soporté aquellos terribles trances. La patria nos
necesitaba indemnes en aquellos momentos. ¡Resistir, resistir como sea!
Agotado
ante tanta fuerza puesta en sus palabras se agitó y se durmió. Salí a buscar a
Frida.
Mientras
caminaba hacia la casa recordé la última pregunta que le hice al Anciano “Usted
habla siempre de la fuerza y de la unión del pueblo en pos del bien común, ¿Qué
haría con aquellos que se niegan a ello?” Contestó en un tono casi inaudible “A los incorregibles, hay que
sacarlos de la sociedad, no sirven. Darles una segunda oportunidad es poner en
riesgo a toda la sociedad, los hombres no cambian. Y le digo más: si hablamos
de poder hay que entenderlo como la capacidad para obtener los resultados
deseados. El poseer los recursos necesarios no son garantía de la obtención de
lo querido Por eso no bastan las armas, se necesita coraje, determinación y
voluntad. Se puede someter a los individuos, esclavizarlos, obligarlos. En
algún momento se volverán contra el amo y le morderán la mano. Lo difícil pero
sublime es lograr que el ciudadano quiera hacer su trabajo, ame su patria y
entiendan que ésta no es otra cosa que la suma de todos.”
Encontré
a mi amada cruzando la plaza. Enfurecida me gritó que no debía ponerlo
nervioso. -Ve a casa, iré cuando pueda -dijo.
Volví
apesadumbrado. La tristeza y la preocupación no logran dejarme. Ella no ha
regresado.
¡Estoy
tan solo! La noche continúa inmune a la agitación de mi alma. Solo cuando ella
se encuentra junto a mí, mi alma puede descansar brevemente. En esos momentos,
breves pero indispensables, mi alma descansa. El mundo mismo se esfuma y nada
me perturba. No hay dudas, solo la certeza absoluta de saber que la amo. Entonces un halo de paz me eleva como si no
tocase el piso. Pasa mi lado, se detiene, me mira desde la profundidad de su
espíritu. Solo así vuelo muy alto, libre de las angustias terrestres hacia
mundos de pura luz, hasta que ella parte y otra vez las sombras me atan
firmemente a esta vida gris y opaca.
No
tengo apetito, iré a dormir.
14 de Febrero 1958
Frida
no vino anoche. La busqué temprano. Don Atilio me ha dicho que acompañó a Don
Otto en una ambulancia. No sabemos a dónde. Noto temor en su voz. Nada dice.
Otra
noche solo y ahora con la incertidumbre de la espera.
Me
senté en el porche. Algunas nubes ocultan precariamente a las estrellas.
Un
profundo silencio se ha desparramado sobre la llanura.
Pienso
en ella, en sus brazos. Temo, temo al futuro. La necesito.
Allá
lejos los campos de maíz esperan al sol. Los animales, desparramados hasta el
horizonte, descansan. Los peones duermen. Seguramente tienen sueños simples,
pero buenos. Sus vidas duras, pero apacibles, han hecho a estas gentes de pocas
palabras. Sin grandes esperanzas y por ello mismo son sanos. Solo viven en un
eterno presente. A lo sumo aguardan la próxima cosecha o al hijo que vendrá.
Vivir
sin la esperanza del futuro lejano es libertad. ¿Acaso un animal no vive en un
eterno presente y así evita a la incertidumbre? Estos campos les han dado una
paz que yo no puedo alcanzar.
Mi
mente va y viene, entre la felicidad y la desazón. Entre la culpa y la
necesidad de amar. Entre la duda de una existencia posterior que me lleve a un
mejor lugar y la casi certeza de la futilidad de ese racionamiento. Estoy
sufriendo inmensamente. Pero el Anciano ha dicho que en los peores momentos hay
que ser duro y aguantar el dolor. Otros seguramente estarán peor que yo. Sí,
seguramente. Ella volverá, sí volverá.
15 de Febrero 1958
Sin
novedades. Otro día de trabajo.
Tantas
horas de soledad y la espera, minuto a minuto. Frida no ha regresado.
El
pueblo se ha sumergido en un silencio osco. Hasta el mismo sol fue tapado por
unas nubes que presagiaron lluvia.
Miré
una y otra vez el reloj en el negocio de Don Atilio. Las agujas, en el
paroxismo de mi ansiedad, apenas se movían.
Estoy
tan, tan solo. La gente entra al negocio, pide algo y se retira. Ella no está,
el Anciano tampoco. De pronto es como si yo no importara nada. Solo soy un
objeto más en el pueblo, en cambio cuando caminamos juntos todos nos miran.
Como si un respeto silencioso pero profundo flotara a nuestro alrededor.
Será
una larga noche. Iré al porche, mientras escucho áreas de ópera. Una furtiva
lágrima es mi favorita, tanta emoción en la voz del tenor me transporta a la
tierra de mis padres. Llevo el canto en mi sangre. Arte que mi mujer trató
siempre de callar. Aquí estoy mirando a las estrellas que como lágrimas plateadas titilan al son de la música que
trepa hasta los confines de mi alma. Es la única alegría que la vida me
permite.
20 de Febrero 1958
Han
pasado cinco largos y oscuros días. Frida ha regresado sola. No ha dicho nada.
Nada. Llora a escondidas. No ha probado bocado. Dijo que mañana hablaremos.
Tengo tanto miedo.
21 de Febrero 1958
Son
las diez de la noche. He luchado con mi alma para poder escribir esto. ¡Es tan
difícil ser feliz!
Ella
vino a buscarme al trabajo. Hoy salí antes de la hora de cierre.
Don
Atilio estuvo extraño. Se acercó y me dijo -vaya Mario, hoy cerraremos
temprano. Tomó con sus dos manos las mías y dijo: “¡gracias, gracias por todo!, ha sido un honor conocerlo”. Sus ojos
estaban mojados, sin duda la tristeza ha llegado a también a él.
En
silencio caminamos hasta su casa. Ella apretaba mi mano. Sus hermosos ojos
desparramaban lágrimas. Cada paso se hizo más pesado y lento. Presentía que al
llegar algo terrible me diría. Supe que nada podría detener al destino que nos
esperaba, lento pero brutal, en la puerta.
Nos
sentamos.
Ella
apretó mis manos mientras todo su cuerpo temblaba.
-Él
ha muerto. Ha sido el final.
-Pobre
Don Otto
-¿Don
Otto? Ya no tienes que llamarlo así.
-¿Por
qué no?
-¿Es
posible que no sepas quien fue?
-No
amor. Solo un pobre viejo con un terrible pasado y un espíritu inquebrantable.
Duro muy duro.
-¡Mario!
Has sido el último ser humano en que él confió y se entregó. Te estimaba por
eso quiso que ambos nos uniésemos. No deseo ahora pronunciar su nombre dímelo
tú.
-No
sé, no sé.
-Mira
este símbolo. Lo conoces. Lo has visto muchas veces en banderas y estandartes,
en brazaletes. Es algo odiado por muchos. ¿Ahora sabes con quien compartiste
los últimos días de su vida?
-¡Frida!
No, no es posible. No puede haber sido él.
-¡Querido
Mario! La casualidad te trajo a mi puerta y a él al fin de su camino. Has sido
un privilegiado.
En
ese momento comprendí muchas cosas. Aquellos hombres que me siguieron en Buenos
Aires, cuando me preparaba para instalarme aquí. El mando que él tuvo hasta el
final. Los hombres que lo protegían. Algunos personajes del pueblo. Todo, todo
apareció ante mis ojos, mientras la contemplaba lloraba desbastada.
-Sí,
era él.
-¿Por
qué yo? Solo soy un simple hombre y él, nada menos que él...
-El
destino teje extraños caminos. Simplemente estuviste aquel día en el bar del
hotel y él te escuchó. Dio órdenes que no te molestaran. Y hasta que te
protegieran.
Cada
vez que volviste a ver a tu familia un equipo te siguió.
Nadie
podría haber compartido tanto a su lado. Él fue todo para mí, casi como un
padre.
-¿Pero
te das cuenta de quien fue, lo que hizo?
-Mario
la historia la escriben los que ganan, no lo que pierden. Digan lo que digan y
aunque se prohíba hablar sobre el tema, él logró un milagro: consiguió una base
social. Bienestar para los obreros. Fomentó la vida económica uniendo a otras
clases. Todos queriendo lo mismo. Una colaboración completa. Los obreros
ganaban el doble. Se crearon seis millones de nuevos trabajos. Con cinco marcos
semanales se accedía a un auto popular. Casas bonitas con jardín, para respirar
a la llegada al hogar. Vacaciones pagadas. Logró duplicar los sueldos.
Condiciones dignas de trabajo. La sociedad se reconcilio y miró al futuro.
Salimos de una economía arrasada y de la inflación brutal. Se crearon nuevas
industrias y elementos que faltaban. Todo eso sin apoyo de los bancos ni del
extranjero. Solo con la fuerza y el orden de nuestro pueblo. Alemania fue, en
esa época, un gran frente cívico y moral.
Hoy
para satisfacer a todos hay que decir que fue un tarado atiborrado de
pastillas. Que fue un inútil que no sirvió para nada. ¡Debo decírtelo! Ese
viejo que viste al fin de su vida, después de Napoleón, fue el mayor genio
militar. La planificación de las grandes batallas fue idea suya. Aparte logró
dar a su país eficacia política, espíritu de solidaridad y prosperidad
económica. Desde 1933 a 1939 llevó a un pueblo vencido y arruinado al más
organizado y fuerte de Europa. Además el arte llegaba a él. Admiraba toda
manifestación en ese sentido. ¿Qué más puedo decirte?
-Háblame
de los hornos. Las ejecuciones. Los Guetos. Existió una realidad que no se
puede negar.
-Lo
sé querido. Esa ha sido mi carga. El eterno dolor de querer a alguien y conocer
tanto martirio. No te imaginas hasta qué punto he sufrido el tener que vivir
entre esos dos mundos. El amor y el recuerdo. La muerte de tantos inocentes y
luego el odio del mundo entero. Solo el estar, este último tiempo, a tu lado me
ha salvado de caer en la locura. Solo tú pudiste darme tanto.
-Y
te lo seguiré dando. Amor, todo el amor. Nos iremos de aquí. Buscaremos algún
lugar.
-No
Mario, no es posible. Se me parte el corazón. No va a ver futuro para nosotros.
-¿Por
qué, por qué Dios mío? ¿No me amas?
-Te
amo tanto amor. Pero tu vida ni la mía no valdrán nada juntos. Escúchame:
Cuando todo terminaba en Alemania él quiso quedarse. Morir allí junto a sus
hombres. El líder debía asumir las consecuencias de sus actos. Pero sus
allegados lo convencieron de dejar a su amado país. Si vivía quizás quedara
alguna esperanza. Teníamos muy buenas relaciones con Argentina. Fue el lugar
perfecto, alejado, amigo. Contábamos con mucho apoyo, no solo de nuestros
compatriotas aquí. Tu gobierno nos brindó mucho más de lo que esperábamos.
Antes
de la finalizar la guerra se adquirió una estancia en la provincia de Buenos
Aires, con acceso a la costa. Una buena amiga, una argentina Mabel, junto a una
alemana, armaron toda la estructura para los desembarcos. Se efectuó una de las
operaciones de mayor envergadura. Los submarinos iban y venían.
La
estancia seguía sus tareas tradicionales, pero su función fue esperar, recibir
y distribuir a los recién llegados. Varios de los hombres de él, que
asegurarían su estancia aquí, entraron de esa forma.
Todos
los que allí trabajaban respondían fielmente.
Al
fin del conflicto se cerraron los viajes y la estancia quedó sin apoyo, en
manos de la señora argentina. Ella recibió, enviada directamente por él, la
gran distinción: La Cruz de Hierro. Grandes fueron los servicios que nos
prestó.
Nosotros
no llegamos allí. Para ello se preparó una operación especial. Nuestro
transporte fue otro U-Boat.
Se
me aleccionó. Necesitaban una médica.
Nada
quedaba para mí en Alemania. Habíamos huido dejando todo. Mi familia y mis
amigos habían muerto, lo había perdido todo.
Ocuparme
de él implicaba lanzarme a una aventura en la que correría inmensos riesgos.
Tuve claro que viviría a su lado escapando, ocultándonos. ¿Qué podría perder?
Ya la vida carecía de sentido para mí.
Cuando
mi ciudad fue atacada y mis hermanos y padres fueron asesinados, yo logré
sobrevivir. Pude esconderme en un granero. Los rusos habían llegado. Yo tenía
entonces 16 años. Me descubrieron. Fui golpeada y violada por muchos de los
soldados. Aún veo la carnicería. ¡Qué injusta que es la historia! Se cuenta
solo una parte. Jamás vas a imaginarte lo que yo tuve que presenciar. Los
hombres eran ejecutados. Las mujeres violadas sistemáticamente y luego muertas.
Los niños también. ¿Quién ha alzado alguna vez la voz por esos crímenes?
Un
día ocurrió un ataque. Ellos se olvidaron de mí. Me escabullí, al salir de la
habitación tomé una lona y corrí hacia un bosque. Esperaba un disparo en mi
espalda. Estaba segura que moriría allí. Caía la tarde. Escuchaba los disparos.
Al
pie de un gran árbol abrí la tierra húmeda y en el hueco me acurruqué. Tapada
por la lona sucia nadie me vio. Esa noche llovió. Empapada y aterrada logré
pasar aquellas largas horas de oscuridad. Al siguiente día la fortuna me
sonrió. Una espesa niebla cubría todo. Corrí largo rato. Estaba sedienta. A
unos kilómetros de allí se encontraba una ladera de roca. Una pequeña cueva, a
la que íbamos algunos domingos con los amigos, me permitió esconderme.
Con
un hambre atroz llegué dos días después a un pueblo. Una familia me brindó
ayuda y fueron como padres para mí. Ellos conocían a un médico que trabajaba en
investigaciones avanzadas. Me llevaron hasta él y me dejaron a su cuidado.
En
pocos meses aprendí más de lo que te puedas imaginar. Me convertí en una
enfermera experta. Me enseñó anatomía, farmacología. Supe cómo detectar
enfermedades. Me instruyó y supe como colocar mis manos y oídos en los cuerpos
de los enfermos. A sentir las patologías y a definirlas. Me entrenó a pensar
científicamente. En poco tiempo y a su lado logré realizar operaciones simples
y luego más complejas. Él fue mi universidad, mi maestro y mi tutor.
En
apenas unos cuantos meses mi vida cambió radicalmente. Ahora me sentía segura,
fuerte y única. Pero el lugar…querido jamás podría describirlo. ¡Has visto
seguramente tantas fotos! Cercas, prisioneros. Nunca olvidaré sus caras de
entrega, de agotamiento, de tristeza infinita. Imaginarás que yo sufría por
esas almas olvidadadas. ¡Es muy difícil creer en un Dios con tanto dolor! Sin
embargo mi familia había muerto y en el fondo oscuro y profundo de mi mente yo
los veía como enemigos. ¡Así es el espanto de la guerra!
Avanzaba
vertiginosamente en mis conocimientos. En ese mundo gris y brutal él me trataba
con cierta ternura.
Un
día mi maestro me llamó a su oficina y me dijo -Has sido una alumna
excepcional. Deberás realizar una tarea única. Confió en ti. Viajarás a un país
lejano cuidando a un ser único. Serás su doctora. Tendrás una nueva vida y
serás un orgullo para Alemania. No quiero que veas el colapso, que
indefectiblemente llegará.
Así
me llevaron a España y lo conocí a él. Cuando estuve frente a ese hombre
tembloroso, pero aún firme, me aterré.
Cuando
abordamos el submarino no imaginaba siquiera todo lo que pasaría.
En
los largos días sumergidos volvían a mi mente tantos recuerdos espantosos.
Una
y otra vez encerrada en esa caja de metal escuchaba el golpe del agua en el
casco. Imaginaba que moríamos y el fondo oscuro nos tragaría para siempre.
¿Sabes
cuál era mi terror? No la muerte, que vendría a apagar tanto dolor. Sufría por
la ausencia. Por el olvido. Nadie, nadie sabría jamás que mis restos quedaban
en la noche eterna.
En
cada crujido de la nave me aferraba a los mamparos. Me ahogaba con el aire
sucio y aceitoso. Fue un largo, largo suplicio.
Te
conté que en Dresden vivían unas tías mías. Al quedar huérfana intenté ir con
ellas, pero no pude llegar. La ciudad fue bombardeada por los americanos y
convertida en ruinas. Allí no había fábricas de armamentos. Solo gente inocente.
A pesar de todo tuve suerte. Había sobrevivido a la guerra. Pero los recuerdos
se encuentran en lo profundo de mi mente. Los gritos, la sangre, el humo, las
sirenas, el terror, los cuerpos destrozados. ¡Dios mío! ¡Cuánto horror!
¡Cuántos inocentes muertos! ¡Cuánto odio! ¿Por qué Dios permite la tragedia de
la guerra?
Llegamos
a la Argentina en U-Boats Clase XXI, una maravilla submarina. Su enorme
autonomía nos permitió navegar desde España hasta aquí. Fue un penoso y largo
viaje.
En
la segunda semana ocurrió un accidente estúpido. Él venía con su esposa, que
sufría mucho el largo viaje. Uno de los hombres guardaba su arma y se le
disparó. La bala rebotó y le dio de lleno a Eva. Dos días después falleció. No
pude hacer nada. Él me suplicaba que la salvara, no pude, no pude. La
impotencia me abrumaba. En el último suspiro él me miró con una congoja
infinita. La sepultamos en el mar. Fue un golpe inmenso. Él empeoró y ya nunca
volvió a ser el mismo.
Dos
meses duró la travesía. No podíamos arriesgarnos.
Días
y noches sumergidos, respirando el aire viciado.
En
la Patagonia permanecimos ocultos mucho tiempo antes de desembarcar. Solo de
noche emergíamos cerca de la costa y subíamos a cubierta.
Algunas
veces pude ver la luz lejana y parpadeante de algún faro. En esos breves
momentos respirábamos aire fresco.
Finalmente
un día llegamos, muy cerca de Punta Dúngenes al final del continente. ¡Debíamos
desembarcar en un mundo nuevo! Nuestro Comandante, Gerd Schaar, fue uno de los
caballeros del mar. El U-Boat fue reportado hundido tiempo antes.
Mucha
información fue falsa adrede.
Once
naves llegaron a tus costas. Allí nos esperaban. Fue un gran operativo. En
total cien hombres y yo desembarcamos. Nos trasladaron a distintos puntos.
Durante
meses deambulamos de un sitio a otro. Finalmente llegamos a éste pueblo. Largo
tiempo nos alojaron en una estancia, cerca de un pueblo muy pequeño, al sur de
Chubut, muy lejos de la ruta tres, es un nombre de un marisco, sí, ya recuerdo:
Camarones. El campo era de un alemán.
-¿Qué
tiene todo eso que ver con nosotros? ¿Con nuestra vida? ¿Con nuestra felicidad?
-Todo
amor, todo. ¡Son tantas las cosas que desconoces!
-¡Quiero
saberlas!
-Cuánto
más sepas más riesgos afrontarás, también tu familia. Quedemos así. Recordemos
en el futuro la mejor parte de nuestras vidas. No me iré enseguida
-¿Cuándo
entonces! ¡Por Dios! ¿Cuándo?
-No
lo sé. Aún tenemos unos días. Los aprovecharemos amor, te lo prometo.
-Y
después te perderé para siempre. ¿Cómo voy a soportarlo? Te amo tanto que moriré
si te vas.
-Si
permanecemos unidos moriremos ambos y de la peor manera. Estos últimos días nos
amaremos hasta agotarnos. Quiero llevarme tu recuerdo en mi sangre.
-Trabajo
muchas horas al día.
-Ya
no trabajas.
-¿Cómo?
-Don
Atilio se ha ido del pueblo. El Almacén se cerró. También se fueron los Embers,
los Roters y otros. El pueblo cambiará totalmente. No quedarán rastros de
nuestro paso.
-¿Pero
qué mandaré a mi familia?
-No
te preocupes cariño. Dejaron algunos regalos para ti. ¿Te los doy ahora o luego
de amarnos?
-Después
de amarnos, ven aquí ¿Cómo voy a vivir sin vos?
-Tendremos
una noche larga y un despertar hermoso, solo nosotros.
Ella
me está llamando a la cama. Dejaré de escribir. Mi alma se parte en añico pero
aún se encuentra aquí.
3 de Marzo 1958
Han
pasado varios días. Puedo decir que han sido los más maravillosos que hemos
vivido. Nos agotamos amándonos. Cada secreto fue dicho. Pero la angustia estuvo
latente, agazapada. Esperando el terrible momentos en que vengan a buscarla. El
final tan temido. Ahora que ella abrió su alma y lo sé todo debo aceptar su
partida. No hay escapatoria.
Una
mañana en que acostados yo acariciaba su exquisita cabeza y jugaba con su pelo,
me ha narrado hechos extraordinarios. Los escribiré para no olvidarlos
Él
le dijo que la ciencia alemana había llegado a logros inimaginables.
La
Argentina fue pensada como un lugar para vivir no solo por el apoyo de los
gobiernos. Su cercanía al Polo Sur la hacían perfecta para viajar hasta la gran
base.
Ella
me preguntó -¿Quieres saberlo todo? Lo sabrás. Yo no estuve allí pero él me dio
esa información. El Paso al Polo Sur.
-¿Al
Polo Sur? ¿Y para qué?
-Bases,
establecieron una gran colonia en el Polo Sur. Pero eso te lo contaré mañana en
el desayuno, después de amarme. Ahora ven aquí ¡Quiero mimos! Y ¡Deja de
escribir! Ya tendrás tiempo cuando yo no esté.
4 de Marzo 1958
Hoy
vivimos un día estupendo. Fuimos hasta nuestro remanso en el arroyo. Allí mismo
nos amamos desenfrenadamente. La soledad de la llanura, el sonido de la chicharra
y la paloma nos acompañaron en esos momentos increíbles.
Bebimos
cerveza enfriada en el arroyo. Comimos un pastel de manzana hecho con sus
maravillosas manos. Mientras amaba su cuerpo desnudo, terso y dorado miré por
un instante hacia el horizonte. Vendrían a buscarla y todo, todo acabaría.
Comencé a temblar. Ella se dio cuenta y miró mis ojos vidriosos por las
lágrimas. Con las palabras entrecortadas por la emoción dijo -No llores amor,
es nuestro destino. Trágico pero ha sido hermoso el conocerte y no lo cambiaría
por nada. Aunque todo el dolor nos llegue, cada vez que has rosado mi cuerpo y
me has mirado ha sido la gloría más grande de toda mi vida. Siempre te amaré.
Vimos
la puesta del sol y regresamos a casa.
El
pueblo está en silencio. Ya nada es igual.
Como
cada noche ella enciende una vela en la mesa. Cenamos callados mirándonos. Una
música exquisita llegaba desde la radio, alegrando nuestros corazones. Entonces
me acordé y le dije: “Ayer dijiste algo
sobre la Antártida”.
-Así
es. Entre 1938 y 1939 se realizó la Operación Antártica Alemana. Luego se
extendería durante años. El objetivo fue crear una Base a gran escala, en el
lugar más inaccesible del globo.
En
un principio se establecieron en la costa, en el lugar conocido como Tierras de
la Reina Maud. Se realizó un primer asentamiento. Posteriormente, en otra
expedición muchos kilómetros adentro, se encontró una gran caverna y allí se
fundó la nueva Neuschwabenland. Esa caverna fue ampliada para albergar no solo
material sino decenas de personas. Así comenzaron los viajes interrumpidos
hasta el fin de la guerra. Muchos de los grandes descubrimientos se encuentran
aún allí.
-¿Descubrimientos?
-Sí,
lo mejor de la tecnología alemana. Investigaciones totalmente prometedoras,
máquinas que ni la mente más imaginativa puede concebir. Es cierto que ya
pasaron años, de todas maneras abren campos de la ciencia aún no soñados.
-¿Pero
cómo hicieron? ¿No es que el hielo se cierra en invierno y ningún navío puede
pasar?
-Los
rompehielos trabajan burdamente, aplastando y partiendo el hielo. Usaron una
técnica nueva, pulverizaban el hielo, incluso el más grueso, utilizando
vibraciones, sonido. Claro que en el entorno, una vez que el barco o submarino
pasaba, el hielo se volvía a cerrar. Así las embarcaciones alcanzaban
velocidades de hasta diez nudos. ¡Esa es la inteligencia alemana!
-¿Pero
cómo?
-La
materia existe dentro de ciertos parámetros, fuera de ellos, deja de ser como
tal. Así, cuando a cualquier elemento se le aplica calor extremo, llega un
momento en que los átomos pierden sus características y se transforman en una
sopa. Las cosas ya no son. Por el contrario, si se las llevas al frío extremo,
el movimiento molecular se detiene y la materia literalmente se hace polvo.
Nuestros científicos descubrieron el inmenso poder del sonido, de las
vibraciones. Éstas, en cierto nivel, logran también que la materia se
pulverice. En el Polo es mucho más sencillo. Así pasaron las naves.
-¡Maravilloso!
¿Esa Base esta hora está vacía?
-No
lo sabemos. En 1945, cuando todas las operaciones por mar cesaron, varios
capitanes de los U-Boats decidieron no regresar. Algunos se encaminaron a
Neuschwabenland. Un oasis, un Shangrilá esperando un nuevo mundo.
Los
suministros acumulados allí permitirían a una pequeña flota de submarinos,
permanecer activa un muy largo tiempo. Y lo extraordinario es que algunos de
aquellos Lobos Grises aún rondan a veces por las costas argentinas. El pasado
mes le llegó a él un informe
-¿Después
de tanto tiempo?
-Sí,
todavía vienen.
-¿Del
polo?
-Es
posible. No lo sabemos. Quizás la Marina Argentina les de apoyo.
Al
finalizar la guerra los norteamericanos enviaron una flota al Polo para buscar
lo que no encontraron, ni encontrarán.
-Esa
gruta que ampliaron ¿cómo es?
-Fue
excavada cientos de metros, reforzada con concreto y acero. Además contigua a
ella se encontraron grandes edificios, por llamarlos de alguna manera.
-¿Edificios?
-Sí,
construcciones muy antiguas, en un tipo de roca que no es del lugar. La
envergadura es de una dimensión asombrosa.
-¿Quiénes
la hicieron?
-No
lo sabemos. Según él dijo se enviaron varias patrullas a recorrerlas, solo
regresó un hombre de treinta, veinte días después, en un estado total de
insania.
-¿No
hicieron más investigaciones, no ocuparon esa ciudad?
-No,
es extraño. Los científicos cerraron la entrada y se abocaron a la construcción
y puesta en marcha de la nueva metrópolis. Ya estaba la guerra encima, habría
tiempo más adelante.
-¿Por
qué no utilizaron esa base?
-Sirvió
mucho tiempo.
¿-Y
los artefactos o tecnología dejada no podría ser utilizada para provecho
propio, de aquellos que accedían allí una vez que la guerra terminó?
-No,
solo tres personas tuvieron acceso al plano, a la ubicación exacta de los
contenedores sellados que guardan los desarrollos. Dos ya han muerto, la otro
soy yo.
¿Por
qué no hacerlo público y dejarle a la humanidad elementos que puedan beneficiar
a todos?
-¿Crees
en serio que quienes hoy pudiesen llegar y apoderarse de esos inventos los
utilizarían en beneficio de la humanidad? No conoces a los políticos. Los que
manejan a las potencias solo buscan su propio provecho. El mundo no les
importa. Por eso yo debo desaparecer ¿Entiendes?
Te
aseguro algo, en un futuro próximo, cuando el acceso al polo sur sea más
accesible, los amigos americanos cerrarán todo camino al público. No más.
Sospechan que allí hay mucho más que hielo.
-¡Pero
vamos!, ya ha habido muchos viajes y hay bases de diversos países.
-Sí,
y habrá más, pero solo cerca de la costa, nunca dejarán ver la totalidad de la
Antártida.
Los
edificios antiguos se extienden en una gran distancia hacia el corazón del
continente. Las patrullas que enviaron a recorrer ese mundo, anduvieron no menos de seiscientos kilómetros, estaban
motorizadas. ¡Quién sabe qué conocimiento puede haber allí!
-Entonces
ese lugar tiene carreteras…es enorme. ¿Él te dijo todo eso?
-Sí,
y vi muchas fotos.
-Nunca
estuviste ¿cómo podrías darle su ubicación a alguien?
-Tengo
las coordenadas en mi mente.
-¿Todo
esto te asusta? ¿Por eso quieres dejarme? ¿Qué nos importa todo eso? Es
historia. La guerra acabó hace mucho. ¡Olvida todo aquello! ¡Vivamos nosotros!
-No
amor. Es imposible. La catástrofe del conflicto está aún en mi alma. Te lo he
dicho amor y odio, dolor y placer. Jamás podría olvidar.
-Pero
ellos no saben de tu existencia. ¿Por qué te buscarían?
-Sí
saben. Al final, cuando estuvimos por abordar el submarino, ocurrió algo.
Fuimos emboscados y escapamos por poco. Uno de sus hombres fue herido. Tuvimos
que dejarlo. Tiempo después, ya en Argentina, lo supimos fue torturado y habló.
Ese hombre trabajaba con el Doctor. Lo secundaba. Además conocía la operación
al antártico y seguramente confesó, bajo tortura sobre el hallazgo y la
tecnología guardada en la base. Desde entonces me buscan.
-¿Por
qué a vos y no a Don Otto...digo, no puedo pronunciar su nombre...no puedo
-¡Todos
lo creían muerto por su propia mano en el Búnker! ¡Hasta los rusos se
consiguieron una calavera para decir que era la de él! ¿Cómo crees que hubiesen
quedado ante el mundo habiendo dejado escapar al monstruo? Por ello tuvieron
que aceptar su fin en Alemania. Aquí fue sencillo ocultarlo. Se tejieron
historias. Muchos lo veían en Argentina
en distintas partes. Toda mentira. La mejor manera de ocultar algo es
dar información falsa. Y funcionó. Lejos de quedarse en algún pueblo parecido a
nuestra querida Alemania (donde seguramente lo buscarían) eligió este pueblo
pequeño, perdido en la llanura bonaerense. Ahora ya no importa. Ha muerto y yo
soy la única persona a la que buscarán. Si estamos juntos tu vida no valdrá
nada. No voy a permitirlo. Te amo, te amaré siempre.
Nos
encontrábamos en España. La operación para llegar a Argentina estaba en marcha.
El Submarino nos esperaba a cinco millas de la costa. Un lanchón nos debía
llevar hasta el sumergible. La tripulación se encontraba a bordo. Solo
faltábamos nosotros. Él, Eva y cinco hombres que lo cuidaban. Y como te dije
allí nos emboscaron.
-¿Cómo
se llamaba el Doctor?
-Prefiero
no decirlo, aún tiemblo al recordarlo.
-¿Pero
te enseño él medicina?
-Así
es. Se hicieron cosas terribles en aquel tiempo. No quiero hablar más ahora.
Quiero olvidar, olvidar.
Solo
ámame, ámame otra vez. Dejemos todo, no quiero pensar en otra cosa que en ti.
Antes
de dormirse me ha mostrado un documento que el Anciano le dejó. ¡Cómo se ha
ocultado la verdad al mundo! Lo transcribo textual “El jefe del consejo americano en el juicio de Núrernberg, Thomas J.
Dodd dijo -Nadie puede decir que (Hitler) esté muerto”. El General Mayor Floyd
Parks, comandante general del sector americano en Berlín, añadió que él mismo
se encontraba presente cuando Zhukov (El General Ruso que entró en Berlín en
1945) declaró que pensaba firmemente que Hitler podría haber escapado.
Teniente
General Bedell Smith, jefe del Estado Mayor del General Eisenhower en la
invasión sobre Europa, y más tarde, director de la CIA, declaró públicamente el
12 de octubre de 1945: "Ningún ser
humano puede decir de forma concluyente que Hitler esté muerto".
Todos
esos hechos nos persiguen, intentando apagar nuestro amor ¿Qué tengo que ver
con ello? Si se ha creado una de las mentiras más grandes de la historia,
nosotros dos somos ajenos a ella. Solo quiero amarla, nada más, Poco me
importan las ideologías. Solo quiero ser feliz.
Ahora
nos persiguen los fantasmas del pasado, en un tormento abrumador.
Ella
se ha acostado. Me llama. No puedo dejar de escribir todos estos
extraordinarios sucesos.
8 de Marzo 1958
Hemos
pasado varios días felices, aunque con el temor de la separación definitiva.
Hoy amaneció lloviendo lenta y pesadamente. El día me entristece. Me llena de
una congoja pegajosa. La ansiedad trepa desde mi pecho. Pienso, pienso una
alternativa que me permita no perderla. El desamparo me envuelve el alma. Estoy
al borde de un precipicio profundo y final.
Frida
no se levantó a preparar el desayuno. La encontré llorando en silencio. La
abrace con ternura. No quise preguntarle.
-Querido
la historia lo muestra como un monstruo, un maníaco que llevó a su pueblo a la
destrucción. Temblaba cada vez que estaba a su lado. Nunca lo juzgué. He visto
las imágenes, el horror, los campos, las pilas de cadáveres, los soldados
congelados. Para mí fue infinitamente peor el sufrimiento, porque soy parte de
todo eso, soy alemana. También el dolor ha sido mi compañero año tras año.
La
ausencia definitiva de mis seres queridos y de tantos otros, se me ha clavado
en el pecho. Duele en lo profundo. Intentas respirar y el aire es pesado.
Siento a una mano que me estruja el corazón. El olvido nunca llega.
Miraba
a ese viejo, enfermo, con sus terribles dolores de estómago y sus manos
temblorosas y recordaba tanta tragedia. ¡Ha sido un suplicio Mario! ¿Sabes por
qué?, porque yo sí siento que la culpa, me desgarra y lloro cada noche en mi
cama. A veces me despierto gritando, ya lo has visto. Sufro, sufro un horror
como no puedes imaginar. Yo sé que se equivocó, su tozudez destruyó todo
aquello por lo que se luchaba, pero yo quise a ese viejo a pesar de todo.
-No
llores querida, vos no mataste a nadie, también fuiste una víctima de tanto
horror. ¡Mírame yo estoy aquí!
-¡Mario,
ya no soportaba más!, le doy gracias a Dios porque te puso en mi camino. Y
ahora un nuevo suplicio se acerca tendremos que dejarnos. Olvidar
-Yo
voy a protegerte, a cuidarte.
Ya
canta ese insecto ¿cómo se llama?
-La
cigarra.
-Cigarra,
¡Qué nombre!, va a hacer calor.
-Yo
te daré calor, querida, vamos.
9 de Marzo 1958
Hoy
pasaron hechos terribles. Salí temprano a buscar comida. Caminaba con temor,
mirando hacia el camino, esperando a los verdugos a que se la lleven para
siempre de mi vida. Frida se ha quedado acostada. Al regresar la encontré
tirada en la cama y una botella de vodka vacía en el piso. Sus ojos vidriosos
me miraron con un desamparo infinito. Quiso levantarse y se cayó de la cama
sobre la botella rompiéndola. La levanté empapada en sangre. El vidrio le había
cortado parte de la cintura y en una de sus manos profundamente. Entre los
efectos del alcohol y el dolor gritaba y reía diciendo
-¡Maldito
Doctor! ¡Maldito Doctor! ¿Qué me hiciste? Solo atiné a llevarla al baño. Le
levé las heridas. La vendé y la arrastré a la puerta. No tenemos un médico así
que pensé en llevarla al pueblo más cercano. Frida reía y gritaba que no hacía
falta. Le dije que estaba borracha y que los cortes eran muy profundos. Se sentó
en el piso riendo mientras se arrancaba las vendas. Las heridas habían
cicatrizado, sencillamente no estaban. La piel, ahora apenas roja, se levantaba
suavemente en cada latido.
La
puse en la cama y se quedó dormida.
Sentado
en el porche, pensaba en el extraño suceso. Era imposible y sin embargo allí
estaba ella totalmente curada. ¿En qué extraño mundo me encuentro? ¿Qué es
ella?
El
cielo se cubrió con unas nubes bajas, encapotando aún más a mi ánimo. El Trueno
llegó y después el rayo. El aguacero hizo desaparecer al pueblo, al campo, a
todo.
El
mundo se transformó en una rueda que gira enloquecida. Pasaron por mis ojos
seres brutales, campos arrasados, ciudades, ruinas, bombas abrazando todo con
fuegos, gritos, llantos, humos, mares rojos, playas con miles de cadáveres,
sirenas, niños abandonados, submarinos estallando en las profundidades,
náufragos, mares encendidos, islas remotas desbastadas, carne quemada,
chimeneas, cielos negros de hollín, dolor infinito. Muertes en el hielo,
inviernos brutales, arenas ensangrentadas. El llanto de millones de almas
perdidas se confundió con el desbastador grito del rayo. Imágenes del horror me
rodearon en la oscuridad del día.
La
tenebrosa locura de la guerra que nunca viví se encuentra ahora aquí, a mi
lado.
Mi
alma amando a ese ser dormido, temeroso de perderlo y anonadado por las
preguntas ¿Quién es ella? ¿Cómo pudo convivir con él? ¿Cómo? ¿Cómo?
10 de marzo 1958
Ella
ha dormido intranquila toda la noche. ¿Con que soñará? ¿A qué mundos oscuros
habrá llegado? ¡Cuánta tragedia en esta mujer maravillosa!
Pasadas
las diez de la mañana abrió sus esplendidos ojos.
-Es
tarde he dormido mucho ¿No es así amor?
Sus
palabras no reflejaban los hechos asombrosos de la noche. Ni siquiera un dolor
en las zonas de los cortes. Sonreía. Me acerqué y le tomé la mano herida. Ella
me miraba sonriendo.
-¿Qué
haces?
Le
pregunté si no le dolían los cortes. Entonces todo cambió. Su cara se
endureció. Había recordado. Retiró su mano de la mía.
-¿Qué
viste anoche?
-Un
milagro. ¿Me explicarás?
-¿Qué
tengo que decirte?
-La
verdad. Anoche tomaste y alcoholizada te caíste de la cama sobre la botella. Se
rompió debajo de tuyo. Te cortaste profundamente. Aún se encuentra la toalla en
el baño empapada de sangre. Yo estaba desesperado. Vos riendo te arrancaste las
vendas rojas. Vi las heridas, los vidrios clavados centímetros. Luego tu piel
quedó sin una sola herida, apenas roja. ¡Eso en un milagro!
-No,
es ciencia, maravillosa ciencia alemana. Traté por todos los medios que no lo
supieras. Pero ayer desesperada por perderte tomé mucho. Lo siento tanto Mario.
Ahora vas a estar aún en un peligro mayor.
-¡Quiero
saber!
-Él
soñó con un ser especial, superior. Y lo consiguió. Con la ayuda del médico que
te dije y miles de prisioneros para realizar experimentos. Yo soy ese ser
único. Lo que no pudo imaginar es que ese inmenso descubrimiento no sería solo
para los alemanes. Cualquier humano podría ser como yo. Negros, blancos,
amarillos, latinos, orientales, eslavos. Sin quererlo encontraron la solución a
las enfermedades del hombre. Lograron un ser casi perfecto, longevo, con
características físicas e intelectuales asombrosas.
-¿Qué
te han hecho?
-La
familia que me cobijó conocía a ese médico.
Realizó
experimentos terribles. Lo supe después. Como te dije me enseñó mucho de lo que
sé. Me convirtió en un una persona excepcional pero también me condenó. Mi
cuerpo es único.
-¡La
caída de Parsifal y el tremendo golpe en la cabeza!
-En
ese momento tuve miedo que te dieses cuenta. El accidente habría matado a
cualquiera.
-Pero
¿cómo?
-Él
comandaba un equipo de mentes brillantes. Cometían crímenes horrendos. La
inteligencia y la casualidad produjeron un resultado final: yo.
-¡Quiero
saberlo!
-Sencillamente
mi cuerpo es casi perfecto. Una nueva entidad sobre la tierra. Más apto, más
seguro de sí mismo. Mi cerebro incrementa exponencialmente mi inteligencia, la capacidad de absorber nuevos
y más complicados temas. Cuando leo un libro, estudio un nuevo tema, las conexiones
sinápticas se interconectan, desarrollándose rápidamente. Puedo manejar casi
cualquier situación. De cada hoja que veo asimilo cada palabra y ya no la
olvido. Las ciencias, las artes, la música, la literatura. He aprendido en poco
tiempo lo que mil hombres no lograrían en años.
Mis
células pueden reproducirse una y otra vez sin agotarse. Voy a envejecer muy
lentamente. Prácticamente no puede haber enfermedades en mí. Salvo que adrede
me destruya con alcohol, drogas o lo someta a tóxicos. Mis huesos son fuertes y
a la vez flexibles. Mi sangre puede detener una gran hemorragia en segundos.
-¡Es
maravilloso!
-No,
no lo es. Es un suplicio. No tendré paz. Me perseguirán siempre. Te perderé.
Veré morir a todos, yo seguiré entre desconocidos en la soledad, en la noche
del anonimato y en el silencio interminable de días y años vacíos. No habrá
nunca cielos claros. Jamás una mano amiga. Ni un hombre en el que pueda
recostarme. Lloraré lágrimas heladas y no habrá nadie para secarlas. ¿Te das
cuenta que quisiera ser normal? Ese maldito me convirtió en esto. Soy una
cáscara. Una rama verde inútil que seguirá por mucho tiempo cuando todas las
hojas hayan caído. Estaré sola. No te tendré a mi lado, ni a nadie que conozca.
Todos, todos irán muriendo y yo aún estaré.
-¡Quiero
saber!
-¿Para
qué?
¡El
más grande descubrimiento y yo estoy solo frente a vos!
-Solo
obtendrás dolor y más dolor. Si algo te pasa luego...
-Nada,
me va a pasar
-¡Si
llegaran a sospechar que estuvimos juntos vivirás en el infierno!
-Dilo.
-Está
bien. Existen decena de ideas que tratan de explicar por qué el ser humano
envejece. Encontrar la fuente de la juventud es uno de los sueños más
preciados. Una bebida mágica que nos haga inmortales.
-¿Es
posible?
-No.
No inmortales pero si muy sanos y fuertes.
Es
importante no solo conocer por que los organismos se deterioran y mueren con el
paso del tiempo. Es necesario además entender cómo ha actuado la evolución y
porqué los procesos del envejecimiento varían tanto de una especie a otra y
entre tejido y órganos. Algunos piensan que se produce un desgaste orgánico. La
célula utiliza la glucosa y el oxígeno, generando energía, el motor se gastaría
con el tiempo. Otros suponen que existe una programación genética. Así cada ser
tendría incorporado un reloj biológico.
Ese
maldito encontró que las células normales están programadas para una
determinada cantidad de rondas divisionales ¿Entiendes?
-Sí.
-Bien.
Recordarás que los cromosomas intervienen en la división celular. Allí está el
ADN con la información genética que cada célula va a heredar. ¿Está claro?
-Sí.
-Cada
cromosoma tiene en sus extremos una serie de secuencias muy repetitivas y no
codificantes. Esos elementos se van acortando con las sucesivas divisiones.
Existe una enzima que atenúa esa acción. El descubrió que esa enzima existe en
las células embrionarias, pero se inactiva en las células desarrolladas. Es el
reloj biológico que nos encamina lenta e inexorablemente hacia la muerte. Es
decir que la capacidad de división celular se va perdiendo.
Los
elementos que se van acortando en las divisiones, al llegar a un cierto nivel
mínimo desencadenan mecanismos que llevan a la muerte celular. ¿Entiendes?
-Parece
sencillo
-¿Sencillo?
Es de una complejidad inmensa. Él lo logró.
-¿Bestial?
Ha realizado el descubrimiento más importante para la humanidad
-¡No
entiendes! Él buscaba crear una raza de seres genéticamente puros. Lo que ha
conseguido es la posibilidad de vivir largos años en salud a todos los seres
humanos. No es lo que buscaba.
-¿Qué
importa? Como sea será un beneficio para la humanidad.
-Así
no. ¡De ninguna manera! Obligó bajo pena de muerte a sus subordinados a
profundizar en los secretos de la vida. Lo peor ha sido el costo. Miles de
seres torturados. Conejillos de indias. ¿Cómo crees que llegó a lo que soy?
Prueba y error. Cada error una vida. Cada vida decenas de días de suplicios.
-¿En
qué lugar estuviste con ese hombre?
-En
Auschwitz.
-¿Cómo
pudiste ver todo eso y soportarlo?
-¡Eso
es lo terrible! Vivía en dos mundos. ¿Quieres creerlo? Yo admiraba a ese
hombre. Ya había visto el horror. Me trataban con respeto y yo aprendía en su
compañía. Por un lado el gran médico impartía ciencia, por otro ante la
búsqueda de la perfección no le importaban los costos. Contaba con varios
laboratorios y equipos.
¿El
lugar era muy grande?
Sí,
se componían de tres campos principales y 39 secundarios.
-¿Cómo
pudiste estar allí?
-¿Vas
a odiarme ahora?
-¡Jamás!,
te amo pero no lo entiendo.
-La
guerra es lo más espantoso que puede ocurrirle a cualquier ser. ¿Sabes por qué?
El odio. La destrucción engendra ese sentimiento brutal. Vives una vida normal,
tranquila. Amas a tus padres, te quieren. Tienes a tus vecinos y amigos. En un
abrir y cerrar de ojos los pierdes. No han muerto en un accidente. Han llegado
de otro país y los han asesinado. Toda tu vida se desmorona. Ya no te
encuentras limpia, tranquila, alimentada, segura, amada. Ahora estás sola, si
nadie. En un mundo calcinado de dolor. Intentas sobrevivir. Muchos no lo
soportan y sencillamente se dejan morir. Pero en mi una fuerza interior me hizo
seguir, no rendirme.
¿Sabes
que quería aquella pequeña adolescente que lo había perdido todo, hasta la
inocencia? Deseaba la venganza. No importaba a quien o quienes. Imaginaba solo
una cosa: matar, matarlos a todos los que pudiese. Ya vez lo que engendra el
inmenso dolor de la pérdida. Odio, absoluto y brutal. Por eso en aquellos
momentos en que los prisioneros pasaban muy cerca mío imaginaba verlos muertos
a todos. Pero en las noches me despertaba de terribles pesadillas. Veía sus
ojos y surgían en mi interior fuerzas titánicas. Quería odiarlos y no podía.
Lloraba
en las largas horas nocturnas. Me desesperaba. Me levantaba, caminaba sobre el
piso helado, miraba por la ventana a aquel mundo gris y bestial. Me ahogaba. Me
imaginaba allí afuera, del otro lado de las alambradas, con aquellos seres.
Volvía a la cama mientras las sombras grises de la noche lenta pero
inexorablemente dejaban paso a otro día de sufrimientos y agonías
En
aquel lugar yo trabajaba en uno de sus “hospitales”. Un día el Doctor trajo a
una adolescente. Una pobre niña con su uniforme gris y la estrella en el pecho.
No pude nunca olvidar sus ojos hundidos. Su mirada de infinita congoja me
persigue. Los brazos caídos, sin un movimiento. Deambulaba en silencio. Trataba
de pasar por un autómata, para que la creyeran un poco loca. De esa forma
evitaría nuevas torturas.
Ya
habían desechado a muchos prisioneros.
Él
la trajo una mañana. Arrastraba sus piecitos. En su brazo un número indicaba su
proceder.
Dijo
que yo debería cuidarla y anotar cada una de sus reacciones.
Ella
me miró a los ojos. Supe que en ese ser indefenso brillaba una inteligencia
única. Con el riesgo de ser acusada de ayudar a una prisionera exigí que los
guardias me dejaran llevarla a mi barraca. La excusa fue perfecta, Él había dicho
que debería cuidarla. Y eso hice. Primero la alimenté. Le aseguré que no
sufriría más. Antes que él se fuese me aleje y le dije “la cuidaré pero no la lastimen más”. Una mirada helada me taladró
la mente. Me comprometí a ocuparme de ella y a controlarla. Te juro que en ese
momento me jugaba la vida. Si pestañaba, sí él suponía que podría traicionarlo
o ayudar a la niña terminaría en el patio trasero fusilada. Lo miré tranquila
(pero aterrada). Simplemente dijo -está bien. Quiero respuestas.
Yo
anotaba cada estudio, cada reacción. Él llenaba libros de notas con dibujos.
Explicaciones infinitamente detalladas, fórmulas, etc.
Cuando
la niña lograba dormirse leía cada hoja. Entonces entendí lo que él buscaba. El
experimento máximo. El sueño supremo de la humanidad: un ser perfecto, puro
físicamente. Una criatura cuyo cuerpo no enfermera. Sus células se reprodujeran
indefinidamente, sin mutaciones. Un cuerpo sin cansancio. Un individuo que
viviese años y años sano. Descendencias siempre perfectas. Cuerpos en los que
ninguna enfermedad los atacaría. El sistema inmune, los glóbulos blancos se
volverían capaces de protegerlo durante más de 140 años y mantener indemne al
individuo. Las heridas cicatrizarían en segundos, incluso heridas grandes.
Se
extendería la vida más allá de lo soñado. Los enfermos recobrarían su salud. No
más afecciones mentales. Los huesos nunca se desintegrarían con la
osteoporosis. Prácticamente, salvo lesiones extremas, nadie podría quebrarse un
hueso. Estos se volverían increíblemente fuertes, pero a la vez más flexibles.
Los corazones no fallarían, ni los riñones, ni el hígado, nada. Perfección. Un
equilibrio maravilloso en todos los sistemas.
La
niña dormía entrecortadamente. Hasta ese momento no pude imaginar el grado de
locura y de genialidad de ese hombre, ni la cantidad de seres destruidos en esa
búsqueda. Allí estaba quizás el resultado. Me acosté, esa noche al lado de esa
niña cuya única posibilidad de vivir era yo.
Pasaban
los días y ella me seguía siempre como un pequeño perrito. Como esos seres
minúsculos, sin dueño que siguen desesperadamente a la única mano que les ha
dado una simple palmada. Mientras tanto día a día ella era inyectada con
distintas sustancias. Se le realizaban infinidad de análisis.
Por
alguna razón que yo desconocía, siempre tuve la certeza que esa niña no moriría
como tantos otros. Estaba segura que habían llegado casi al límite del
conocimiento. Allí estaba ella, pequeña, perteneciendo a la raza que tanto
odiaban. Se le daba la llave a una vida superior, única ¿No es una paradoja?
Había
visto infinidad de seres definitivamente perdidos. Los prisioneros apenas eran
alimentados. Solo los que trabajaban obtenían un poco más de sustento. La niña
sin embargo se encontraba en perfectas condiciones. Entre las múltiples pruebas
que debía efectuarle la alimentación era fundamental. Debía sobrevivir. Esa
quizás fue la razón por la cual se me permitió llevarla conmigo.
En
las noches, cuando el suplicio de las pruebas había concluido, se me acercaba
mirándome desde la profundidad del dolor. Me suplicaba sin palabras.
Cada
día, cuando caminábamos hacia el complejo donde trabajaba, ella miraba a los
harapientos prisioneros. Luego alzaba sus ojos hacia mí. No podré olvidar jamás
a aquella alma torturada. La traté con infinita ternura.
Se
le tomaban pruebas de sangre. Jamás emitió
una mueca de dolor. Extraordinariamente sus heridas cicatrizaban casi
instantáneamente. Su cuerpo lentamente cambiaba. Se endurecía, su mente
comenzaba abrirse. En aquellos momentos un terror vino taladrar mi espíritu.
Pensaba que si lograban lo que querían la matarían. Lo que importaba era el
método y lo estaban teniendo.
Un
mes después de su llegada ya habíamos cenado, esperaba que le leyera alguna
historia como cada noche, entonces ocurrió habló por primera vez. Solo dijo
¿Por qué? Dos palabras que encerraban toda la locura humana. Lloramos juntas.
Comprendí allí que nada nos diferenciaba. Entonces un recuerdo de mi vida
anterior llegó instantáneamente. Tenía 12 años, estábamos con mi madre en el
centro de la ciudad, ella entró a una tienda. Me quedé esperándola, en la
vereda. En ése momento un pequeño perro se acercó a mis piernas. Estaba
perdido. Era un cachorro vivaz que olía desesperado el piso. Buscaba a su
madre. Estaba perdido, nunca más la encontraría. La niña, yo y todos los
prisioneros éramos como ese perro, seres que nunca más hallarían sus afectos.
El animal no lo sabía, nosotros sí.
Al
siguiente día nos encontrábamos en el campo realizando ejercicios. Una
alambrada nos separaba del campo de prisioneros. Una larga hilera de seres
destruidos caminaban hacia unos camiones. La niña de pronto se detuvo y yo con
ella. Corrió hacia la cerca. Los guardias le gritaron. La criatura no pudo
imaginar lo que ocurriría o tal vez eso buscaba. El tableteo de la
ametralladora estalló en aire. Un grupo de palomas volaron desde los tejados.
La niña sin un grito cayó a tierra con su espalda destrozada. Enloquecida corrí
hacia ella. Los guardias me siguieron. En mi locura arrebaté una pistola y la
puse en la cabeza del asesino. El Médico llegó en ese momento. Cinco armas me
apuntaban. Quise matar y morir en ese instante, ya nada me importaba. Mi dedo
se crispaba sobre el gatillo. El soldado temblaba. Él me sacó el arma de la
mano. Dio una orden y las armas bajaron. Con la misma pistola que le apuntara a
aquel soldado él se la puso en los ojos y disparó. La sangre me salpicó. Puso
el arma en mi mano y me dijo ¡úsala! Apunte al cadáver y disparé una, dos,
tres…muchas veces, hasta que se agotaron las municiones. Ese mismo día todos
los guardias que estuvieron allí fueron fusilados. Habían matado a su más
preciado tesoro.
Enterré
yo misma a aquel pobre ser.
Al
siguiente día vino a verme a mi habitación. Sus ojos inmutables buscaron los
míos. Dijo -sigues tú, te convertiré en una mujer única, excepcional. Serás lo
mejor de la raza alemana. Todavía estás en etapa de crecimiento, quizás lo
logremos.
-¡Dios
mío! Todo lo que has pasado. ¿Hay alguien más como vos?
-No
-¿Pero
cómo es posible? ¿Cómo lo lograron?
-Se
adelantaron decenas de años. Fue un golpe de suerte.
La
complejidad de nuestro cuerpo es de una magnitud comparada con el universo. El
cuerpo humano es una máquina maravillosa. Muchos de los sistemas poseen una
doble acción, es decir ante un problema o una falla, se dispara un mecanismo de
reparación. Luego se reinvierte y se establece el equilibrio, que llamamos
homeostasis. Por ejemplo la sangre. Está constituida por glóbulos rojos,
blancos, plaquetas, etc. Si se produce una herida, las plaquetas la detectan,
cambian de polaridad y de forma, se “pegan” a la herida, crean un tapón de
fibras y tú te salvas de morir desangrado. Luego el sistema se frena y todo
vuelve a la normalidad. En el cerebro, entre las células nerviosas hay un
espacio, cuando una señal debe pasar de una a otra, se liberan ciertos
elementos que optimizan la conexión. Una vez que el impulso eléctrico ha
pasado, una bomba de recaptación, toma esos elementos para utilizarlos la
próxima vez. En la depresión falla ese sistema. El corazón funciona equilibradamente,
ingresa sodio, se produce el movimiento, sale potasio, etc. Así ocurren
infinidad de acciones corporales sin que tengamos la menor idea.
-¿Y
entonces?
-En
ocasiones el equilibrio, por múltiples causas, falla. A parte del normal
envejecimiento también por herencia defectuosa de genes, stress, consumo de
alcohol, drogas, mala vida, deficiente alimentación etc. Roto el equilibrio se
presentan las enfermedades. Hasta aquí, muy brevemente para que entiendas, lo
que ocurre en nuestros cuerpos.
Hay
un momento del desarrollo de un ser en que todo (salvo excepciones) funciona
perfectamente y podría ser casi inmortal. Pero cada vez que una célula se
divide para formar otra, una pequeña parte del ADN pierde parte de su eficacia.
En la próxima división perderá más y así sucesivamente. En algún momento ya no
tendrá capacidad para crear nuevas células, el organismo se dirigirá lenta pero
inexorablemente a su final. Como antes te dije.
Una
vez que un ovulo ha sido fecundado por un espermatozoide el milagro de la vida
comienza. Se produce un crecimiento muy rápido, las células se especializan y
crean a un nuevo ser humano. Con el tiempo ese sistema se va deteniendo. Una
vez que hemos crecido inexorablemente nos dirigimos hacia las enfermedades y
hacia la muerte. Con el tiempo el motor de las células se gasta y se vuelve más
y más ineficiente.
-Explícame
más.
-El
mecanismo de la vida. Por un lado lograron modificar el reloj bilógico que hace
que las células vayan perdiendo la capacidad de reproducirse. Desarrollamos el
método para que un cuerpo pueda auto regenerarse, utilizamos el mismo sistema
que hace que en un feto o en un niño, sus células se reproduzcan velozmente.
Las llamamos embrionarias. Son las encargadas de dar lugar a todos los tejidos
del cuerpo. Tienen la asombrosa capacidad de convertirse en muchos tipos de
células diferentes del organismo. Al servir como una especie de sistema de
reparación para el cuerpo, pueden dividirse potencialmente sin límite para
reponer otras células que se hayan dañado o que se deban reemplazar.
El
desgaste de las células pasa desapercibido, pues estas nuevas progenitoras las
reemplazan permanentemente, siempre son nuevas.
Se
necesitaron miles de pruebas, fetos y cordones umbilicales….y personas.
Te
dije, yo miraba a las alambradas. Esas caras no puedo olvidarlas.
Caminaba
cada mañana desde mi barraca a los
laboratorios. Ellos estaban allí, siempre distintos pero el mismo sufrimiento.
Silencio ¡no puedes imaginar tantos ojos mirándome! En esos momentos mi mente
volvía a mi familia, a mis amigos, a todo el dolor que yo había sentido y
trataba de odiarlos, a ellos al enemigo.
-Ellos
no eran tus enemigos.
-¡Lo
sé! ¿Pero a quien odiar entonces? ¡No imaginas el terror que se siente ante un
bombardeo! Allá arriba, hombres que nunca verás, lanzaban fuego y destrucción.
Cientos, miles de ellos masacrando a cada habitante que caminaba sin armas.
Desde sus países les dijeron que éramos el enemigo ¿Lo fuimos nosotros seres
indefensos? Tuvimos nuestro país, al que amamos y desarrollamos inmensamente.
¿Sabes por qué ocurrió la guerra?
-Sí,
porque el Anciano la inició.
-Eso
es una mentira. Sencillamente nuestro desarrollo social y tecnológico no
solamente sorprendió al mundo, creyeron que constituíamos un peligro. Nos
llevaron a la guerra.
-Pero
volviendo a los campos esos seres estaban indefensos.
-Sí,
y ese ese es el peor recuerdo que taladra mi alma. Quiero convencerme que aún
los odio, incluso cuando todos ellos ya hayan muerto, pero no lo logro. Se
confunden espantosas sensaciones en mí. Desearía tanto hacer justicia con los
que nos destruyeron.
-Trata
de sacar eso de tu mente, te destruirá.
-¡No
puedo! ¡No puedo!
-¿Cómo
es posible que ante una gran herida tus tejidos cicatricen rápidamente?
-Es
difícil de explicártelo, no lo entenderías
-Inténtalo.
-La
casualidad vino en nuestra ayuda. Estaban estudiando una enfermedad que se da
entre los euroasiáticos. Buscaban algo que nos diferenciara de los no arios.
Encontraron un severo trastorno de hipercoagulabilidad. ¿Cómo te explico? Ante
una herida existen tres momentos. En el primero las plaquetas (que corren en la
sangre) se activan, cambian de forma y se pegan a la herida. Forman un
provisorio tapón. Eso dura unos segundos. Luego se crea (a través de un muy
complejo sistema) un tejido de fibras, que cubre mejor la herida. Dura minutos.
Finalmente la cicatrización cierra el proceso que puede tardar un par de
semanas. Descubrieron que muchas mujeres embarazadas, que portaban esa
enfermedad de la sangre, sangraban muy poco en el parto. Los soldados heridos
apenas lo hacían. Así se pensó que poseían una enorme ventaja sobre otras
personas. Pero no era así. Tenían una enfermedad de hipercoagulabilidad.
-¿Y
entonces?
-La
sangre puede generar un taponamiento del sistema. Crear trombos, que pueden
ocluir una vena o arteria y matar al individuo.
Todo
el sistema plaquetario funciona en armonía, salvo en la enfermedad. Una vez que
la herida es cerrada, todo el proceso de coagulación se detiene y vuelve a la
normalidad. Las plaquetas regresan a su forma normal y circulan libres, hasta
otro proceso, como dije.
-¿Cómo
es posible que tus heridas cicatricen en segundos?
-¡Quieres
saber mucho! ¡Será peor!
-¡Dímelo!
-Lograron
que en mi sangre las plaquetas y el tapón fibroso se realice en casi un solo
paso. Pero fundamentalmente sin crear en mí un riesgo de hipercoagulabilidad,
es extraordinario. Ya ves.
-¿Pero
cómo?
-Modificaron
muchos parámetros y esperaron a que no tuviese mutaciones en mi ADN.
Sencillamente sospechaban pero no lo sabían con certeza. Tuvieron mucha suerte
y yo también. Cientos, miles sucumbieron antes.
-¡Estoy
maravillado! Simplemente nuevas células.
-No
exactamente, cada organismo posee una secuencia específica de ADN, una
complejísima cadena de genes. Cuando uno cambia o muta, el organismo puede
verse afectado y desarrollarse una patología específica. Nuestros científicos
hallaron algo así como la huella digital para cada ser humano. La llave, el
Grial. Perdimos la guerra, los vencedores nos quitaron muchos de nuestros
descubrimientos, pero el más grande no lo tienen. Por eso debo huir y tú debes
volver a tu vida. Olvidar todo esto.
-Eso
es imposible, jamás, jamás podré.
-Soy
la única persona en el planeta que ha ensayado el procedimiento. Aquella niña
que yo cuidaba fue asesinada. Por eso trataron conmigo.
-¡Eres
inmortal!
-No
exageres, sana y es suficiente. Todos moriremos.
-Es
un descubrimiento que supera todo, el sueño humano hecho realidad.
-¡No!
Es una locura. La naturaleza llegó desde un mínimo ser hasta nosotros con tres
herramientas, prueba, error y muerte. Una y otra vez. Un ser defectuoso moría y
nacía otro mejorado. Miles de años y el hombre quiere contradecir la base de la
naturaleza. ¿Qué crees que pasaría si millones de seres fuesen como yo?
-No
lo sé.
-No
te imaginas el mundo que vendría. ¡Basta! ya lo sabes. Si alguien más llega a
saberlo ambos moriremos de la peor manera. Si me arrancan el secreto quien sabe
que podría ocurrir.
-¿Qué
pasaría si una gota de tu sangre toca la mía?
-¿Quieres
ser como yo? Imagina que no te enfermas, ves a tus hijos sufrir el dolor que no
podrías sentir tú. Tu familia envejecería y estarías casi siempre joven, al
menos muchos más que ellos. Nada podrías hacer, solo verlos deteriorase.
¿Quieres una gota de mi sangre?
-No,
mejor no.
-¡Muy
bien! De todas formas, no funciona así. Deberán encontrar los procedimientos.
-¿Ese
Doctor cómo era su nombre?
-Joseph
Mengele.
-¿Mengele?
¡Dios mío!
-¿Aún
vive?
-Sí
y atendía en Buenos Aires junto a otro gran médico Karl Vaernet.
¡Ahora
no vas a creer lo que te diré! Mengele ingresó al país con el nombre de Helmut
Gregor, el 29 de junio de 1949. Lo gracioso es que luego uso su verdadero
nombre.
-¡No
puede ser!
-Sí,
solicitó la rectificación de su apellido y obtiene la Cedula de Identidad de la
Policía Federal. Le otorgaron el documento como Josef Mengele.
-¡Pero
lo buscaban!
-¡No
me digas! Qué interesante. Ya que te gusta tanto escribir te daré sus
direcciones. La del consultorio que compartió hasta 1954 con Vaernet: Uriarte
2251, del Barrio de Palermo. La chapa con su nombre estuvo en la puerta largo
tiempo. Sus domicilios: Sarmiento 1875, Olivos. Azcuénaga 1551, Buenos Aires.
Arenales 2460, Florida y Dreysdale 3575, Carapachay.
-¿Cómo
recuerdas todo?
-¡Gracias
a él! ¡MI memoria!
-¡Es
una broma!
-Lo
he visitado varias veces. Me practicó varios estudios.
-¡No
es posible!
¡Basta
no me preguntes más, basta por favor! Quiero que me ames, que me ames. El final
se acerca.
-Sí,
soñaré siempre cuando llegabas a mi cama envuelta en tu toalla.
¡Debes
olvidarme! Tal vez te escriba y tengas una sola vez noticias mías.
-¡Prométemelo!
-Está
bien, te lo prometo, pero solo una vez. Guarda los mejores recuerdos de esta
dicha que ambos hemos vivido. Nadie podrá nunca quitárnosla. En los días grises
que lleguen, a nuestras solitarias vidas, cerraremos los ojos y pensaremos en
éste tiempo. Ahora ven aquí. ¡Ámame!
¡Nos
queda poco tiempo tan poco tiempo!
11 de Marzo 1958
Todo
se vuelve gris. Como si un gigantesco pincel hubiese borrado el color de las
ventanas. La fuerza del verde de los pinos. El plateado de los eucaliptus. El
marrón suave de las calles. El campo inmenso es ahora un sucio recuerdo de
otros días.
¡He
vivido tanto en tan poco tiempo! Ella, la magnífica Frida se va apagando.
Detrás de esos ojos azules la locura del fuego y el dolor quieren asomarse a
esta triste vida de hombres simples de campo. Su alma se agita bajo las
titánicas fuerzas de los terribles recuerdos.
Regresaba
de comprar alimentos y una extraña música me recibió. Me quedé petrificado.
Cerca de la casa, desde una de las ventanas, una maravillosa melodía trepaba
hacia los cielos. No quise entrar e interrumpir ese momento mágico. Una flauta
creaba imágenes. Cientos de ellas en una catarata extraordinaria de tonos.
Subían y bajaban. De pronto un breve silencio lograba angustiarme hasta que
otra vez los sonidos me trasportaban a mundos aún no soñados. Me dejé caer de
rodillas absolutamente extasiado. Cerré los ojos y al abrirlos ya no estaba
allí. Me encontré en una inmensa habitación cuyo techo no alcanzaba a
distinguir. Una gran cortina se corrió. Surgió un inmenso coro de niños,
vestidos de blanco; acompañaban a la flauta, creando una alegría imposible de
describir. Ahora miles de aves, nunca vistas, atravesaban el estar, creando un
gran arcoíris y una suave brisa con sus pequeñas alas.
La
música cambió llevándome a una planicie.
Caminaba
sobre una gruesa hierba. Me acosté sobre ella disfrutando su suavidad. En lo
alto brillaba un cielo profundamente azul, surcado por nubes de miles de
formas.
La
música escalaba decenas de tonos, se calmaba y volvía a bullir. Me envolvía.
Acariciaba la hierba como un viento tiernamente inesperado. Me incorporé. Caminé
hacia abajo de una cuesta.
El
cielo se cubrió lentamente. Las nubes blancas dejaron paso a otras suavemente
grises.
A
lo lejos una pequeña casa me llamaba.
Me
deslizaba casi sin pisar el suelo, sin cansancio, feliz.
Crucé
un breve bosque de encinas. El profundo aroma de la foresta me asaltó como
cientos de curiosos ojos de pequeños animales. Otra vez en campo abierto. Me
acercaba. Lograba ver sus ventanas iluminadas.
Las
nubes se volvieron más y más oscuras. A lo lejos escuche el fragor del trueno.
Me detuve y vi la luz de un rayo.
La
flauta se multiplicó por cientos. Infinidad de notas se enroscaron en el aire
trepando muy alto. Me empujaban hacia mi refugio. Corrí, corrí volando sobre la
tierra que comenzó a recibir las primeras gotas.
Una
inmensa bandada de extraños y oscuros pájaros voló hacia el bosque.
El
rayo se acercaba. Una cortina de agua se descargó furiosa, mientras decenas de
aromas brotaban y subían por mis piernas inundando mis sentidos. Con él último
rayo cayendo muy cerca abrí la puerta. La casa se encontraba vacía. Solo un
gran fuego en la chimenea iluminaba el estar. La noche había llegado. Afuera
toda la oscuridad ocultaba la brutalidad de la tormenta. El cielo se deshacía.
La
música continuaba ahora con un dejo de tristeza. Más tenue. Mientras,
tiritando, me secaba al fuego, la melodía fue aumentando mi desasosiego,
revelando mi oscuro mundo. Y como había comenzado cesó y yo estaba de rodillas
en la puerta de la cabaña.
Entré
y sin comprenderlo encontré a Frida con la flauta en la mano. Nunca la había
visto tocar. Ella lloraba lenta pero desconsoladamente. La abracé sin saber que
decir.
Hoy
entre llantos me ha contado muchas más cosas. El movimiento alemán en nuestro
país. Desde la lejana Patagonia, pasando por los inmensos bosques y lagos del
sur hasta sus contactos en Buenos Aires y otras ciudades. Nombres, fechas,
datos que resultan increíbles.
Me
ha dicho que el gobierno nacionalista alemán no pensaba en invadir la
Patagonia. Todo lo contrario, usarla como un bastión del Reich. Claro que
apoyado por el gobierno de Perón de clara tendencia nacionalsindicalista.
Pensaron en enviar tropas y armamento para reforzar este “fuerte” en el fin del
mundo. Y el lugar se prestaba absolutamente para esos planes compartidos.
Imaginaban una expansión mundial. La Argentina ubicada justo entre los dos
océanos y por ende en el camino hacia Japón. Pero al caer Stalingrado se divide
el Eje desde los puntos más importantes de abastecimiento de tropas, alimentos
y armas para las ciudades.
Si
se hubiese podido abastecer a la Argentina en tiempo y forma todo hubiese sido
disto, pero entonces fue imposible. Se perdía la guerra y esa idea de un sur
americano aliado fue impracticable. Pero aún quedaba algo. Nuestro país sirvió
de salvoconducto con el fin que la doctrina nacionalsocialista no se perdiera y
quizás diese a alguna esperanza a algunos de la cúpula del Reich.
Hacia
finales de la Segunda Guerra el Estado Mayor de los Estados Unidos realizó una
operación para utilizar a muchos científicos alemanes. En algunos años, cerca
de 1500 científicos nazis son sacados de Alemania y reclutados para trabajar
contra la URSS. Realizan investigaciones principalmente sobre armas químicas,
el uso de psicotrópicos en la tortura y la conquista del espacio. Lejos de
situarlos en puestos subalternos el Pentágono les confía la dirección de estos
programas. Finalmente la codicia por el conocimiento deja de lado los
“antecedentes” de muchos de ellos. Nombres fundamentales (según Frida) Wernher
von Braun, afiliado a las SS. Así, Theodor Zobel es acusado de haber efectuado
experiencias con seres humanos cuando dirigía los túneles de pruebas
aerodinámicas de Chalais-Meudon, en Francia. Otto Ambros es de los que se
benefician con el programa. Director del IG Farben durante la guerra, participa
en la decisión de utilizar el Zyklon B (producido por una filial del IG Farben)
en las cámaras de gas y escoge Auschwitz para instalar una fábrica.
Frida
me ha brindado muchos más nombres y es inconcebible.
Friedrich
Hoffmann es uno de los primeros en llegar a la base americana. Sintetizaba
durante la guerra los gases tóxicos y las toxinas para el laboratorio de
química de guerra de la universidad de Würzburg y el Instituto de
Investigaciones Técnicas de la Luftwaffe. Una vez en los Estados Unidos, es
encargado de crear nuevos trajes de protección y antídotos contra los dos gases
más mortales, el Tabun y el Sarín, llevados en grandes cantidades desde
Alemania a los arsenales norteamericanos.
¿Cuál
es la verdad? ¿Para qué se perdieron tantas vidas? Nada a importa a los
políticos, solo más poder, sin importar el costo.
Los
otros días ella me hizo una pregunta. En ese momento estábamos lejos de casa y
solo contaba con un anotador. Me dijo -¿sabes cómo se organizó el Servicio de
Inteligencia Policial en tu país? Le respondí que no tenía idea. Y dijo -Perón
tuvo un Secretario Personal, hijo de alemanes y conectado con la elite de la
Gestapo, Rodolfo Freude. Fue el encargado de traer a científicos, economistas, militares,
ingenieros y expertos en seguridad desde Alemania. Fue Perón junto con el
personal de la Policía Política Alemana, nuestra Gestapo, quien crea un sistema
policial a imagen y semejanza de esa organización. La llamaron Orden Social, luego
Coordinación Federal. Le dije que eso es descabellado. Rió y exclamo -¡tonto!,
debes aprender que nada es lo que parece. Si te cuento todo esto es por una
sola razón, sabes mi secreto. Al conocer los datos que te doy tal vez puedan
ayudarte a salvar tu vida. Podrás usarlos en un caso extremo. A veces el hacer
público un secreto puede servir para detener un ataque. Pero no es seguro. Solo
trata de olvidar y volver a tu familia.
¿Cómo
podré lograrlo? ¿Será cierto todo esto? ¿Dónde está la verdad, Dios mío, donde?
12 de Marzo1958
Desayunábamos
y Frida, con los ojos hundidos y húmedos a dicho sorprendida -¡he perdido el
reloj que mi padre me obsequiara! Le pregunté dónde. “En el estanque” -dijo. Le pedí que fuésemos a buscarlo. Bajando la
vista me pidió que lo trajese yo. Ella debería ir a ver a una mujer que le
faltaba poco para dar a luz. Sin ganas subí a la camioneta y me dirigí a
nuestro remanso. Al mejor lugar en el mundo, donde bajo el enorme sauce llorón
nos amáramos tantas veces.
La
camioneta levantaba una polvareda enorme. Me tapó la visión hacia atrás.
Dejé
a mi espalda la larga línea de eucaliptus y salí a campo abierto. Tres
tranqueras abrí y cerré.
A
medida que me acercaba a la aguada mi corazón se aceleró. Un espantoso
presentimiento trepaba por mis piernas hasta el pecho. La cabeza me pesaba.
Paré, bajé del vehículo y caminé los últimos pasos hasta la sombra del sauce.
Ya escuchaba el suave rumor del arroyo cayendo en el estanque. Vi los ojos de
Frida llorosos. Su mirada baja. Sus palabras entrecortadas. Antes de llegar ya
lo sabía. Finalmente vi el reloj sobre la carta. Caí de rodillas. Leí llorando
a gritos sus últimas palabras. -Te dejo mi recuerdo más preciado. Que cada
segundo te lleve dulcemente mi imagen, pero trata de no sufrir. ¡Me has hecho tan
feliz! Me brindaste luz en mi oscuridad. Esperanza en la incertidumbre La más
exquisita y tierna dulzura. Me has hecho sentir mujer y le has otorgado un
sentido a mi existencia. ¡Te amo tanto!
PD:
¡Gracias, gracias querido Mario! Vuelve a tu familia. Una cosa más, no puedo
ocultártela me has dado lo más maravilloso que una mujer puede tener: ¡Una
hija! ¡Sí serás padre! Quizás, si algún día las fuerzas oscuras dejan de
perseguirme, te haré saber de ella. Quédate tranquilo, estará bien y protegida.
¿Por
qué digo una hija? ¡Estoy seguro que será niña! Y se llamará Ana ¿Te gusta ese
nombre?
Te
querré siempre. Sufre lo menos posible. Tuya para siempre Frida.
El
campo entero escuchó mis gritos desesperados. Corrí a la camioneta, corrí,
rompí varios alambrados. Volví a la casa. Se la habían llevado. Nada quedaba
allí.
El
silencio inmenso de la pérdida fue tapada a ratos por el sonido de una paloma.
Esa música que yo tanto he amado parecía decirme ¡es el fin! Volví a la
camioneta, corrí al centro del pueblo. A las tres de la tarde todos dormían la
siesta. Un paisano cruzó la plaza solitaria. Llegué hasta él y lo tomé
bruscamente del brazo, mientras le gritaba ¿Quiénes vinieron? ¿Cuántos eran? Se
soltó diciéndome que no había visto nada.
Regresé
a la casa. Buscaba algo, un mínimo recuerdo que la trajera de vuelta. Allí
estaba sobre una silla, un largo pañuelo para la cabeza. En el colmo del
frenesí lo olí a borbotones. Aún su perfume estaba allí. Abrí una botella de
licor y la tomé integra. Estoy en plena noche. La borrachera se me ha pasado.
Escribo estas últimas palabras en la angustia más intensa de toda mi vida.
Excelente y atrapante narracion German. Te felicito!!! No puedo dejar de leerlo.
ResponderBorrarTotalmente de acuerdo con Fernando, tampoco puedo dejar de leer la narración, hace volar mi mente al conectar información hallada en otras fuentes y comprobar que ciertamente nada es lo que parece y que la historia es una gran mentira, porque la escriben los que ganan...
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