Cuántas veces lo vi descansando en la marina,
esperando el viento, sin sospechar siquiera que una vez el gran Vito Dumas lo
navegara entre Buenos Aires y Mar del Plata. El Sirio II, uno de sus barcos aun
navega. Se encuentra amarrado en una de las marinas del Club Náutico Mar del
Plata. Su Capitán Andrés Domingo con mucho amor y paciencia lo recuperó de un naufragio y del abandono.
Siempre he creído que los barcos son algo
distinto a cualquier otro medio de transporte. Imagino que tienen algo así como
un alma. Las huellas que en él dejaron quienes lo navegaron. Un barco es parte
de nosotros mismos, nuestra propagación el mar, otra parte de nuestros
sentidos. Es el viento en las manos. El sol en la piel, el sabor mismo de la
libertad. Un barco tiene carácter, es nuestra casa, nuestro propio mundo. Es el
único lugar donde podemos sobrevivir, frente a la inmensidad del océano. Así
supongo que quien ha realizado largos viajes, singladuras y aventuras y a veces
proezas, algo de su temple ha dejado en las jarcias y en las velas.
Una vez alguien me dijo señalándolo, “ese fue
el barco del gran Vito Dumas” Sin creerlo llegué a su Capitán y me narró esta
breve y hermosa: “El Siro II fue el
segundo barco de Vito Dumas con ese nombre. Es una copia del Sirio I de 7,50 metros de eslora,
con el que Vito llegó a Nueva York. Allí según sus propios relatos tuvo un
percance y lo vendió. Luego mando a construir el Sirio II. Un balandro de 5.1
toneladas, 9,50 metros
de eslora y 2,90 de manga. Los planos fueron realizados por Manuel Campos, de
acuerdo a sus indicaciones. De esa manera Vito creó un barco casi igual que su
antecesor, pero más cómodo. Con el hizo travesías entre Buenos Aires y Mar del
Plata. La cosa no termina allí. El Sirio II lo adquirí en abril de 1982 y tiene
una historia particular. Un día se encalla frente al Club Barracas de San
Isidro. Lo sorprende una fuerte sudestada, lo inunda y lo golpea contra la
escollera. Se abren dos rumbos. Queda varios días bajo el agua. Un amigo que me
enseño a navegar Roberto Samastre –quien se ocupaba de reparar embarcaciones,
en el Club San Isidro. Me cuenta sobre la desgracia del Sirio II. Me convence
para adquirirlo y repararlo. Muchos opinaban que no se podía salvar. Así con lo
que quedaba fuimos al Astillero de Italo Masoli. Con él Vito Dumas había tenido
una excelente relación y le había construido el palo del Sirio I. Y se hizo el milagro. 90 metros de tracas
lineales. 2 Cuadernas. Se reconstruyó el interior, respetando parte del diseño
original. Ser acortó la botavara en un metro y se colocó un botalón, ampliando
así la vela de proa. Y aquí estamos navegando el barco que fuera del ése gran
maestro de la navegación.” Y así termina el Capitán Andrés termina la
historia, no sin antes mostrarme los planos y varias fotografías. Ya mar afuera
el Sirio II corre raudo hacia el esquivo horizonte. Y el Capitán me pregunta
¿Querés timonearlo? Casi sin creerlo pongo mis manos en la caña del timón y el
Sirio II nos lleva brioso y vivo por estos mares del sur.
Atrás queda pequeña Mar del Plata ¿Qué más
puedo decir? La emoción me embarga y
casi siento la mágica mano de Vito Dumas sobre la mía. Quizás me mira desde
algún lugar diciéndome ¡Cuídalo!
El gran Vito Dumas, que hermoso relato y poder navegar su barco, gracias por conntarnos la historia.
ResponderBorrarmuy buen relato y gracias por compartir.
ResponderBorrarMe eriza la piel!! los que navegamos maderas añejas lo entendemos!!
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