Por Germán Diograzia
Ya te lo dije che, la vida nos pone a veces en
circunstancias que ni soñamos. Justo a mí, el flaco Martelli me pidió que me
ocupara del pobre Mono. A mí, que nunca había cruzado dos palabras con el tipo.
Así que se viene a morir. ¡Anda! Sentencio el flaco, nadie quiere ir al velorio
del pobre Cristo. Nadie se anima. El pobre Mono 45 años. Inútil negarme. No le
importó que no lo conociera. Me grito que yo andaba, por mi trabajo, con
enfermos y que no tenía excusas. Así que aquella espantosa tarde de mayo me
largué a la casa velatoria de los hermanos Carbone. Encima llovía y ya eran las
seis de tarde. Imagínate el cuadro. Yo, encargado único de acompañar al
difunto, al menos un par de horas. Me llevé unas revistas, claro. ¡Para un
poco! Ya vamos a llegar al tema. Un pobre tipo con una cara igualita a la de un
mono y todos queriendo saber si aún muerto seguía siendo un mono.
El hombre pasó su existencia escondiéndose hasta de los chicos, por su
cara. Bueno eso es lo que dicen ¿Vos lo viste alguna vez? ¿No? Date cuenta la
gente habla cada cosa. El negro Carbone, que alguna vez le dio una changa,
contó que el mono media un metro cincuenta. Torso grueso. Brazos increíblemente
largos. Caminaba algo encorvado y su cabeza…bueno un mono exacto. Sí, ya sé, monos
hay a patadas, que orangutanes, que chimpancés, macacos y que se yo cuantos
más. SEGUIR LECTURA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario